jueves, 25 de julio de 2013

El rastrojo


En el estado de Georgia (USA) la felación está prohibida, dentro de lo que cabe. No sé qué trauma arrastrarán. Los lamepollas, pues, al contrario que aquí, son ilegales. Lo cual no quiere decir que no existan, ni tampoco que eso sea un signo de progreso.
Y sin embargo, cuando allí le dicen a alguien “vete a mamarla”, no le están invitando a infringir la ley, como cabría pensar, sino a hacer patria. Lo mismo que aquí. La diferencia es que allí a lo que te animan es a chupar cocacola, que tiene allí su sede, y aquí es a chupar cualquier cosa, con ése u otro formato y venga de donde venga. Eso sí, con las debidas precauciones, ya que aquí la sanidad es universal y en muchos casos la operación se hace con receta.
Complemento básico cortesía de la industria japonesa,
obligatorio para el buen chupapollas español. De nada
Lo cual nos convierte en una país de lamegomas avanzado, por razones históricas, que es lo que determina la semántica de cada sitio, o si se quiere, sus confusiones orales, que es lo que lleva a no saber muy bien ni lo que sale de la boca ni lo que entra, por otra parte muy propio de un país de adoramonos cascantes con una cultureta, más que cultura, adquirida a sorbos. Lo cual no impide, por supuesto, que seamos una gran nación. Una gran nación de milonguistas cascarrabias y, en verano, de bermudistas cuerpoatierra, pero una gran nación, o como diría un catalán, una gran nació. Otra gran nació, vamos. Aunque, en horror a la verdad, algo arrastrojada.
Porque España está arrastrojándose. Y en el estío, más. Eso se nota, y más después de la última siega. Que yo no sé porqué impiden hacer fuego en el campo, si no queda con qué encender. Y ellos, venga mandarte a espigar. Y ni paja, dejan. Aunque mira que nos las hacemos. Más que nada por seguir con la tradición de jugárnoslo todo a pajas o de hacerlo a humo de pajas, que es lo nuestro. Por hacer patria, ya que la paja, aquí, es el equivalente a la cocacola en Georgia. Y con tanto rastrojo, está chupado. Aunque sea desconsolador. Que esa es otra, los gadgets y artículos sintéticos que acarrea el lamegomismo. Y menos mal que aún queda gente de esa con conocimiento, mayormente mayor, de esa que se da cuenta de tanta indignidad y piensa, y te lo dice, oye, a los hijos más que nada, cuando los tiene allí a todos a la hora de comer, con los nietos y el perro, que no se suicidan por no hacerles una afrenta y dejarles una mancha. Que si no, ya veríamos… quién hace de comer, en plena época de siega y rastrojera.

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