jueves, 6 de febrero de 2014

Masterpinche



Cristina Fernández de, la Argentinita, que no es la musa de Lorca sino del peronismo más pelotudo, el cristinismo del polpotismo económico, no tendría precio como inspiración periodística en su país, si no fuera porque al que no lo tiene en un puño, lo tiene embanastado.

Así pudo permitirse aconsejar ayer, impunemente, a sus pobres, o sea a su nación, que vigilen bien los precios de las cosas, que no les quiten ojo. Que será probablemente lo único que puedan hacer al pasar por los escaparates. 
Los populistas son así. Tan diferentes, por ejemplo, de nuestro jefe, que, como dice Shakira, “yo por este hombre, haría lo que fuera, me casaría sin pensarlo”. Bueno, eso no. No voy yo a romper un matrimonio así porque sí. Pero es que este va al masterchef (junior, por supuesto) y es capaz de hacer una tortilla sin romperte los huevos. Bueno, y con un plato de régimen es que lo bordaría. Vista la receta de la abuela hecha con los datos del paro, ni Bocusse. Es que parecen hechos con un consolador. ¡Qué digo hechos! Una auténtica performance. Eso no es una tortilla; es una omelette, qué coño. Una tortilla con wonderbra. O lo que es igual, con CEOE, que al minuto ya proclamaban triunfales que este año se van a crear 150.000 empleos, curiosamente los mismos que se acaban de destruir en enero. Lo que quiere decir que, gracias al cielo, ya se ha acabado la destrucción y ahora viene lo peor: trabajar. 
Porque lo del capitalismo es como aquello de Penélope. Y el empleo como lo de Miley Cyrus (o Virus, que también dicen), que ninguna casa de ropa se atreve a tenerla como imagen, dado lo rápidamente que se la quita, y no da tiempo a verse la marca. La misma volatilidad que reina en los datos de empleo. Tan distinto a los de la corrupción, que ahí está, fiable, sin cantearse, estable, un valor fijo y seguro, como Iberdrola, o Telefónica, constituyendo la única salida seria, la mejor inversión y el mayor ejemplo como expectativa de vida para la juventud, vista la poca seriedad del curro y con los factores fundamentales en las últimas, la desaparición de los valores y la perversión y la descomposición sociales. Lo cual no quiere decir, como afirman los teóricos, que son unos escandalosos, que eso, junto con el secuestro político del sistema, y la disolución nacional como postre, pueda deslegitimar el régimen democrático, cada día más difícil de perpetuar y más preciso de cambiar. Sino que tal bufé va a necesitar de muchos camareros. ¡Oído cocina!

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