Enamorarse no sólo es una barbaridad, también es un
barbarismo. No saben los mamporreros de la importación de lenguas lo que han
hecho el animal trayendo y dando carta de naturaleza al inglés in love,
traducible como en amor, como raíz de tanto en amorado
y en amoramiento como abunda, sin tener en cuenta que “estar en amor” –be in love, en inglés, tal cual, pues en ésto como en muchas cosas los ingleses no son tan distintos– ha sido desde que el castellano existe (más o menos de cuando la angloparla, mirá tú por dónde), como de siempre se nombró en el campo el evento consuetudinario de estar encelada una hembra, determinándose así por vía femenina el momento de producción del amor, ya que el macho supuestamente siempre andaba enamoriscado (o “movido”, que no es exactamente igual), de donde que el gatillazo en animales no sea ni mucho menos inhabitual, sino todo un precedente.
y en amoramiento como abunda, sin tener en cuenta que “estar en amor” –be in love, en inglés, tal cual, pues en ésto como en muchas cosas los ingleses no son tan distintos– ha sido desde que el castellano existe (más o menos de cuando la angloparla, mirá tú por dónde), como de siempre se nombró en el campo el evento consuetudinario de estar encelada una hembra, determinándose así por vía femenina el momento de producción del amor, ya que el macho supuestamente siempre andaba enamoriscado (o “movido”, que no es exactamente igual), de donde que el gatillazo en animales no sea ni mucho menos inhabitual, sino todo un precedente.
Pero, fuera como fuere, el estar en amor, en femenino, acabó
siendo la definición del asunto para ambos géneros, tanto física sino semánticamente,
sea de chicha o limoná. Otra cosa más por la que estar agradecido. Lo que hace,
además, que me mantenga en que la terminación “ada” fuera un invento que vino
muy bien a las mujeres para tal menester, ya que ir por ahí diciendo “estoy en
amor”, aunque muy propio, fuese totalmente impropio, acabando por ser ese
sufijo el que supuestamente acabase dando relevancia histórica al hecho, no sólo
de derretirse ingle abajo (no inglés abajo, ojo), sino también ingles arriba,
en lo anímico, parte espiritual del sentimiento carnal con la cual
prácticamente ha acabado identificándose el verbo en cuestión por aquello de
hacer primar sobre la cultura materialista vulgar otra tenida por superior que
es la eufemística y de elite, funcionando ambas como el periódico y su
suplemento de colorines del sábado sabadete, que una vez vistas las estampas
del cuché se vuelve siempre a la carnaza del papel prensa, al magro, pero cuya
filosofía bipolar queda muy bien como argumento de cortesanía y fuente de
civilización, ya que, si no, a lo mejor acabábamos siendo llevados a varazos al
tálamo, como los verracos, echando espumarrajos por la boca, y ellas allí,
gruñendo tan tranquilas en el charco, es un decir.
El contexto en que cabría preguntarse si el viagra es para
una u otra acepción, ya que no me puedo creer que la aplicación del relajante
inventado contra el eximio óxido nítrico –qué nombre tan feo para depender de
él en lo cavernoso–, sirva sólo como un adelanto, si es que lo es, para
enderezar el tuerto, transformándolo en adelantado membrino de un ‘en’
amoramiento positivo que permita al amor galante hacer también de fou, despimporotado, en francés, dicho
sea sin segundas, aunque sirva para ello.

Y es que yo estoy en realidad en que esos pastillujes para lo
que sirven de verdad (si es que hoy en día se puede servir a un solo señor) es a su majestad el amor
platónico, no tan distinto del platánico aunque tan distante, palmo arriba o
abajo del corazón. Es decir, aquel para cuya realización siempre hay que echar
mano, y esto es en sentido totalmente figurado, de esas partículas sine qua non
donde reside el truco de estar en amor o enamorado, en inglés o castellano,
como son las preposiciones with (con)
para el inglés y ‘de’ para nosotros. Que son las que hacen de elemento
copulativo, que ya era raro que no saliera, y definen la diferencia entre estar
inclinados hacia alguien en particular o hacia la Meca en general que es la de cada uno en particular. Inclinados o
en cualquier otra postura.
Y es que en esto del amor, la semántica es muy importante,
algo que se debería suponer a los que pidieran cuarto y mitad de su remedio
químico en las farmacias. Aunque corrieran el riesgo de que confundieran los
términos y tomaran el nabo por las hojas. Y ya no digo más porque, con la de niños que hay
sueltos, siempre andamos en horario infantil, y no es cuestión.
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