jueves, 1 de octubre de 2015

Cacao catalá

De los tres cacaos que hay montados en Cataluña, el único medio soluble hoy por hoy es el Nesquik. Yo me pasé a él cuando pensé que había dejado de ser aquel negrito, y no del África tropical. Bueno, y también porque el otro hacía grumos.
Hasta que vi que era catalán y me pasé a un tercero. Pero solo porque era más barato, no nos engañemos. Y del Lidl, que oye, para que mi dinero se lo lleve uno de Reus, que se lo lleven los alemanes, pensé. Aunque acabé con otra preocupación, porque, como sé que el capital es siempre extranjero, como los idiomas, ¿quién me dice a mí que la plutocracia catalana no posee una parte del Lidl y estoy sufragando a esos traidores? 
Y ya sé que dejar de consumir catalán es aún más que de sandios, pues nadie tira piedras a su tejado. Pero yo, he dejado de tomar cacao. En polvo, quiero decir. Ahora lo tomo catódico, el que fabrica la tele. Y que menudo polvo, también. Aunque no sé por cuanto tiempo. Porque si hay dos cosas que se disuelven mal o no tienen solución, son la derecha y Cataluña. O sea, la derecha, Psoe incluido. Y eso que ahora tienen al Iceta, con el que vuelve a tomar brío lo transversal. Y eso que yo diría que, más que transversal, es otra cosa.
Picha estatal e indpendentista tras el 27-S.
Adivinar cuál es cuál.
Pero vamos a dejarlo en transversal, que es un valor en alza en esto de ver el mundo con mirada barroca, que es lo que se lleva, leyéndolo como una composición en diagonal, asimétrica, con lo paralelo y lo horizontal como positivos. Todo muy federal. O equidistante, que diría el otro. Es el diseño que se trata de imponer para el veroño, que es esa estación híbrida entre solsticiera y equinoccial que pilla a trasmano y que no suele tener moda propia. Pero que ahí está, y es casi permanente ya en el noreste, que yo no sé cómo no hay más propuestas o al menos alguna pasarela. 
Claro, luego nos extrañamos de lo evidente, y pasa como en el dicho de Juan Rufo, que “Habiendo muerto una parturienta de repente en el parto, alguien preguntó: ¿Y cómo pudo ser, si estuvo enferma nueve meses?”. Algo nada extraño si se piensa que España es la tercera potencia en alargamientos de pene del mundo. Y ya se sabe, todo el mundo desea lo que no tiene. Lo que no dice la estadística es qué lugar ocupa Cataluña en ese ranking. Habrá que esperar a que se independicen. Pero me temo que la tendrán igual o aún más corta. Por lo que fardan…

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