lunes, 28 de septiembre de 2015

SEPTIEMBRE


Septiembre es una rambla que arrastra nuestros sueños más tórridos. Un retrete sin desperdicio para las lucubraciones morbosas y más cárnicas ideadas a orillas de pieles aguanosas,
tan ribereñas que, con el secano, los humores dejan de ser yunques para plastificarse y volver a esa serenidad rugosa, plana e indecente, que genera la falsa melancolía, recuperando así el cincuenta por cien de nuestro ser, ya que el hombre, sobre todo en verano, es sólo la mitad más uno/a de sí mismo. El que puede. Y así, ya al cien por cien, volvemos a ser casi lo que éramos al partir: o sea, casi nada.
Septiembre, rey de las cloacas, es también un esmeril muy fino, o una piedra pómez, que es un apellido zapatero y espumoso, que tiene la cualidad de ir limando imperceptiblemente aquel propósito hecho callo en nuestra desesperada conciencia genocida de reformarnos y mejorar nuestra virtud siendo mejores; aquellas minúsculas ideas que como huevecillos de codorniz agosteña nos dedicamos a empollar entre los desvelos de las siesta creyéndonos lluecas de nuestro mejor destino. Y va y nos reconoce, septiembre, un ligue fácil para el tabaco y la fraternidad, y desde su ligera pesadumbre nos aviva esa lucidez sicodélica que nos impele a los estancos y a renunciar a la organización no gubernamental que planeamos para nuestra bondad. Y quedamos, inermes, otra vez, a Dios gracias, a expensas de la tuerca, porque así es como lo quiere nuestra decrepitud.
Septiembre no es de aquí; es de los nuestros. Y como todo lo propio, nos matará entre amores, atrayendo a su prensa nuestro corazón cencibel, estrujándonos festivo para sangrarnos el confuso deseo de la vida, vítreo caldo, porque la muerte es un jolgorio y viceversa, ya lo dijo Bataille, para este monstruo de mes que cuenta hacia atrás sin ira con su envento de feria.
Y en sus tiovivos paseará nuestros despojos de carne de bailongo, poniéndolos a tender norias abajo; guiándonos la mano en pos del último pelo, antes de que se nos pasen los ardores, mudando del revés los intestinos de tasca en tasca, pues reventar, lo que se dice reventar, es prodigio de pobres y en las últimas. Y eso es al fin y al cabo este septiembre. Una traca final, un trailer de la postrimería y un mutis por el forro para volver de flor cambiado en musgo. Que las lluvias también tienen derecho. Y los mohos. Venga a nos, pues, septiembre, tu reino de fluidos, arrímese a nosotros y haga masa antes de que nos cambien la hora y nos jodan por donde no es. Hazte con nosotros y no nos perdones, que palos a gusto no duelen. Venga, que ya somos tuyos, tus precipicios y nosotros. Pero, sobre todo, déjanos después pudrirnos con aquellas hojas otoñales de Verlaine. Puede ser tan leve…


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