sábado, 15 de abril de 2017

Derrovictorias


ETA ha vencido. Al menos allí. Si Otegi habla de los 50 años de dolor como un ‘relato’ (el discurso histórico pasado, puesto en plan estructuralista) y los demás otorgan, es que sí.
Aunque a este lado el relato sea otro, que han sido derrotados y tal, pero chamullado como rutina testimonial, pues la historia sigue y nadie quiere perdérsela con relatos, discursos ni, sobre todo, memoriales. 
La memoria es una rémora para la vida. Por eso aquí se vive bien, pues la del español es más o menos como la de la lubina a la sal, que dijo aquel. Y lo que te ahorras en psicólogos. Y la memoria histórica, a la que la derecha es alérgica por genes, en este caso da también urticaria a los otros, hasta que le den la vuelta y la reelaboren como relato comercializable, que es lo que se lleva, y a lo que el país de tenderos y porteras tampoco opondrá resistencia. 
Y al igual que el Guggenheim se levantó sobre la mierda fabril del Nervión, el maqueo del olvido convertirá la basura vital del pasado en otro gran puntal de la nueva economía vasca. 
Estoy hablando del futuro parque temático de la lucha de liberación de la patria vasca y sus mártires, sus soldados, sus víctimas (menos), sus escenarios, sus museos de los horrores y lugares señalados: aquí un atentado, aquí un amigo, etc, la gran fuente de divisas del mañana, en plan reality, que es en lo que queda al final la historia. En otras partes ya se hace. 
Viajes de Aventura en Ultramar, agencia turística de Boston, organiza ya el Mafia tour included, un paquete siciliano de dos semanas a 3500 pavos, con visitas guiadas de cómo es ser mafioso, vivir la mafia y sentirla, con Angelo Provenzano, hijo de un célebre capo, como referente explicador estrella. Una oferta que los turistas no pueden rechazar, aunque acaben decepcionados por no poder hacer fotos a pistoleros o consiglieri de verdad (así es el sentido de la historia), pero la caja aumenta. 
Y aquí el negocio pinta aún mejor, con el espíritu vasco, la ayuda de la omertá social, y de la Iglesia, que ahí sigue, ayudando, ahora escenificando la entrega de las armas, antes de Semana Santa, y previo a la Resurrección de un pueblo renacido. Después de la muerte, teatro; después de lo vivido, la farsa. Otro gran nicho de negocio está servido. Y los nuevos colaboradores y viejos secuaces, los ex de todo e hijos del pueblo ya se frotan las manos. Vencerán de nuevo.

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