miércoles, 15 de enero de 2020

Ficciones y contradicciones. Contribución a la crítica de la ecología política (para un planeta más justo, naturalmente). Post-it 22


Archivo de Índex nº 320.238,765,2

El laberinto de Minotáurez, versión postgaláctica
      
      Una vez hubo un rey agonías que tuvo la osadía de hacérselo por lo electoral convencido de que el pueblo perdería el culo por él, y para ganárselo y hacer lo que le viniera en gana, le prometió un toro marino, para lo cual, el monarca tuvo que lamerle la trasera a modo a Posidón, para que le agenciase un hermoso ejemplar blanco, algo asabanado pero molón. 
Pero hete aquí que a la hora de la verdad, el dios, donde dije Diego se marcó una becerrada minusválida y les soltó un bichejo con fiebre aftosa, apalancándose para él el sabanero. Y no contento aún, le manda a la reina consorte un encoñe tal con el torito que le busca la perdición. Y hala, todos los días a la pradera, ignorando los tábanos y la maledicencia, para comerle la moral con mimos y otros arrechuchos que muchos bípedos ya quisieran para sí.
Pero el toro, o era de espuela enrobinada o tenía marchita la margarita, y su cachito de cielo, harta de tanto empeine, fue y se buscó una vagina artificial de pega, dentro de la cual la doña se acomodó para quedarse con lo que en ella escanciara el machito.
 ...Y así fue cómo engendró un peloticas con un peloto de tal cornamenta playera, y una galufa de carne humana tan imponente, que el rey, para no hacer más el redículo, se la envainó y lo escondió en el laberinto ideado por Dédalo. Sí, el mismo. Y allí, lo alimentaban con los ternascos humanos que Atenas cotizaba a Minos como deuda de guerra por haberle hecho el cuello a su hijo el atleta Androgeo, por acaparador de laureles en las olimpiadas.
¡Estoy hasta los huevos de llevar cuernos
y que encima me llamen Franki!
Hasta que un día, el heredero de los paganos atenienses se mosqueó y le dijo a padre: ‘por tus niños ilegítimos que voy para allá y le meto a ese semitoro tal pufo que se acuerda, y subrogamos la hipoteca de una puta vez. Y perdona, amado padre, el vocabulario, pero es que ya está bien la broma con tanto subnormal subvencionado’.
Y dicho y hecho, partió con ese tema monográfico a hacerle el haraquiri al chantaje. Porque Teseo, aunque venático, no era gili y veía que su herencia se la zampaba el cornúpeta. Pero, a lo que íbamos.
Una vez en el sitio, Teseo hizo migas con la hija del rey, que antes de pegársela su señora con el toro, había ido a por la parejita. Y Ariadna, como que se quedó pillada y a la recíproca, pues ella hilaba fino. Y cuando el mozo resolvió internarse en el laberinto, como no tenía ni remota de la forma de acabar con el asunto, la muy tontuela, para seguirle el rollo al maromo, que no se estiraba mucho que digamos, le dio un ovillo para su desenrolle, de ahí el dicho de dar carrete, tanto para largar como por si pican.
Ya en el laberinto, Teseo oyó mugidos hostiles en cada esquina, y en un recodo unos enormes cuernos le salieron al paso. El guerrero los esquivó una y otra vez, y bramando, derribó al monstruo, desriñonado a pie de obra, hasta romperle el cuello entre espumarajos, con la lengua fueraborda. Y siguiendo el hilo, Teseo volvió con su santa, llevándola consigo en su viaje de vuelta, solo que, entre revolcón y revolcón, esbirro de su reputación, estando en Naxos, mientras Ariadna dormía, cortó amarras y zarpó, dejando tirada a la del textil, quedando claro que iba de grumete.
Lo malo fue que, de inflaccionado que iba de sí, olvidó el santo y seña concertado con su padre Egeo, de cambiar las velas en caso de éxito, y cuando éste las vio igual que al partir, lo creyó frito y se tiró al mar. Moraleja: no hay mayor fracaso que el triunfo solitario ni soledad más grande que el éxito. Chúpate esa, Perico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario