viernes, 24 de enero de 2020

Doctrina


Comprendo ahora que todas mis desgracias vienen de no estar racializado (o mejor aún racializada). Si no, yo me hubiera comido el mundo. 
Yo, un enrazado típico, lo que estuve siempre en realidad fue bajo el síndrome de Michael Jackson, pues yo, atezado de calle y Fiesta del Árbol, si bien llegué a ser casi negro en los baños del Palo y el fútbol en las eras, al dejarlo caí en lo moruno, y luego, según me abachilleraba, me agitané. Para cuando me asenté, ya era casi blanco, y ahora estoy prácticamente institucionalizado como tal. 
Lo cual quiere decir que estoy más perdido que un gorrino en un mataero, pues tal proceso de maiquelyacsonización me ha llevado al racismo indisoluble. Y al fascismo. Como la gran mayoría del país, si aplicamos este rasero. El ser un demócrata a la vieja usanza, es lo que tiene. 
Y es que ahora, para ser antirracista tienes que renunciar a tu mayoría, pues es sabido que las mayorías nunca tienen razón, en favor de las minorías, y privilegiarlas para que se note que estás con ellas. No se trata de redemocratizarse, sino de racializarnos. Fíjate, yo que llegué a ser casi negro; ahora podría tener un carguico o al menos una minusvalía. 
No veo pues de qué se alarman al ver subir a diario a Vox entre las clases ‘populares’, tan desracializadas que van de blancas sin saber que son negras, qué tragedia. Como la de no querer doctrina en la escuela (¿para qué está si no?, como la familia). 
Quizá prefiramos la tele (la prensa ya ni adoctrina, todo lo más la radio, medio caliente cueceorejas). Y sin embargo, con quien nadie puede competir es con el grupo de iguales del niño, o sea la internet, el guasap y el instagram, todo pagado por los padres. Eso sí que es doctrina. Y no el maestro. 
Alguien que por experiencia o estudios sabe más (algo intragable), y por el bien de la horizontalidad del pupilaje y la democracia tiene que transmitirlo como un igual (imposible) es un simple actor secundario. El verdadero estupro mental, la peor estupridez, si bien necesita al maestro amigo, es seguir dejando que inventen ellos; o sea, que te adoctrinen, en vez de adoctrinar. Y el resto son murgas.

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