jueves, 25 de febrero de 2021

Efeméride

 Como no podemos ir al cine, los medios nos cuentan cada día una película. Esta semana ha tocado el 23-F, que muchos de ellos, paniaguados y no, han celebrado, y repito, celebrado, que no conmemorado, al relatar como un éxito propio (y del inefable Efemérito) el fracaso del golpe y el inicio real de la transición.

 

Tesis aceptada como la verdad, con la propaganda pseudoépica mediante, y lo verosímil de estar ellos tan en el ajo, pero muy discutible, pese a partir de un hecho cierto, que el 23-F, como empaste flashback en la muy morcillera peli de la transición, fue el espaldarazo ideal a la democracia concertada (con el culo prieto y pendiente del ruido de sables), que zanjaría las aspiraciones de quien había sido hasta allí el verdadero soporte del proceso, la vanguardia democrática, sin agradecerle ni los servicios prestados, y a partir de ahí estigmatizada, censurada y equiparada con la reacción, por ese diabólico efecto de la (falsa) catarsis y otras manipulaciones. 

                     –Pero Alfonso, ¿te lo vas a comer así, a palo seco?
                     –¡Ham!
La historia volvía a ser el banquete de sapos de siempre, y encima había que estar contentos. Era el telón del primer acto –ya que no hubo una transición, sino tres–, que terminaba de  cerrar el paso a un cambio de verdad que no fuera basado en el mamoneo y la prevención, ese pariente del miedo. 

Y el Psoe, que ya estaba casi listo para el segundo, se deshizo del poco pelo de la dehesa de izquierdas que le quedaba, fue tomando el testigo de los franquistas conversos y, sin apenas competencia, y tras jurar ser buen chico, llevó a cabo eso que ahora se conoce como transición de verdad, o sea liquidar a saldos las esperanzas iniciales, aunque, eso sí, con mucha reconversión, mucha movida, mucho cambio y mucho rollo, pues con ellos, la democracia, como en esos matrimonios amañados, no perdía una hija sino que ganaba un hijo, y, de paso, un tendero para llevar el chiringuito. 

Después vendría el tercer acto, la opereta zarzuelera de lujo de hacerse con una leal oposición (o sacar las oposiciones), el bipartidismo alternante y demás fuegos de artificio de la democracia plena. Así que la pregunta sigue viva: ¿ganaron los golpistas o no? 


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