jueves, 18 de febrero de 2021

Expresionismo

 Lo del Hasèl ese, amén de ser la típica carrera hasta ver dónde me la pego, chutado perdido de eso que Spinoza llamó conciencia de la necesidad (y necesitado lo está, el pobre), o sea de tontuna libérrima y al por mayor, es todo un poema de lo alucinógeno que ha llegado a ser este país en el que el estado anda asumiendo el papel de Dios, o en palabras del filósofo, de Naturaleza Naturada.

 

Y naturaca, diría yo, habida cuenta de la cuerda corta que necesitan exhibir nuestras mediocres garrapatas mandatarias sobre esta sociedad precaria de población pastueña con déficit democrático –ahí tengo que estar de acuerdo con Pablo Manuel I, qué remedio– que pastorean. 

Así que, han dejado correr al tonto con su cante, y a otros muchos de todas las artes (incluidas las marciales, ese contrasentido) y oficios, sabiendo que les cae encima toda la vajilla de la Dura Lex, obligada por vergüenza torera o por empatía con la reacción, aunque menos rauda de lo creído, ya que el chiquillo lleva ya siete años dando por saco; mientras prometían a esa cuerda, tan suya, que iban a reformar el código y que podían seguir, boquisueltos despatarrados, pasándose pueblos como si Durruti estuviera al caer –aunque estos, con lo del covid, a Bakunin le dirán Vacunín, fijo–. 

Que es como picar a un sieteañero a conducir y después ponerle controles de tráfico a ver qué pasa. Darle vía libre y el tren de la Inquisición directo hacia él. Menudos guardagujas los nuevos padres de la patria plurinacional. Y luego, la culpa es de la derecha y el estado fascista –gobernado por ellos, por cierto–, del que tanto empeño tienen en liberarnos, no con leyes que impidan llevarte a prisión por decir lo que se te ponga, sino con gestos de mal pastor, manipulación y propaganda, ambigüedad, provocación y guerra cultural, estar en misa y repicando y el cuanto peor, mejor como programa. 

Es lo que tiene una visión de la política como un género negro, policial cuando no directamente criminal, y ejecutada con los agravantes de premeditación y alevosía: el tonto ese aprendiz de héroe en el trullo, y los demás, tomando nota desde el propio, sea mental o físico.

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