jueves, 20 de enero de 2022

Vaciados

 Hay augures que pronostican que la España vaciada puede dar la campanada, aunque solo sea por obligar al status quo actual a cambiar algo para que nada cambie (que ya es), acoplándose,

si no a una Vendée tranquila del secano sobre un poder tan despectivamente tiránico como pétreo, sí a cierta revuelta electoral de estepa consistente en votar productos del terreno para tratar de arrimar el ascua a una sardina tiesa como la mojama. 

Lo que ocurre es que nadie sabe lo que es la España vaciada. Siguiendo a unos, diríase que es eso que, según los catecismos sociológicos identitarios postmodernos, en otros sitios se califica de ‘profundo’; y si a otros, hablaríamos simplemente del desierto. 

Así se nos ha alojado en el magín una imagen de ese terruño emocional que es todo un pastel, evocador de lo mejor que poseíamos, que ha sido olvidado y difuminado, pero cuyo espíritu permanece vivo en las ciudades, mereciendo devoción e incluso volver a él, físicamente. 

Otro rollo que nos venden para seguir soñando con la cocina de la abuela –que en realidad es Arguiñano– y la regresión moral e intelectual. 

Porque esa España los que la vaciamos fuimos nosotros (con la inestimable ayuda de gobiernos desarrollistas sin escrúpulos, o sea todos) para vivir en un mundo que así lo exigía –véase Francia, con un vaciado más bonito, pero igual de vide–, con sus áreas metropolitanas conectadas y sin nada entremedias. 

Si bien en nuestro caso coinciden dos asuntos que ahora la traen al candelero. Primero, que esa España, aquí más desnuda por su aridez y crudeza, es en realidad la Castilla ampliada y Aragón. 19 provincias y poco más. El tuétano de eso llamado nación, que –y segundo– por una ley electoral que, para favorecer que ganen siempre los mismos, prima precisamente esas circunscripciones, con más de 80 escaños. Tela. 

Y claro, se han dado cuenta de que ésa es su mayor riqueza. Y pretenden venderla más cara que hasta aquí, con lo de los partidetes autóctonos o las agrupaciones de electores, mismamente. Más tonterías ‘del terreno’. Lo que sea, menos  cambiar la ley electoral, aunque eso vaciase a más de uno. O será por eso.

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