viernes, 22 de septiembre de 2023

Lo del día

Sánchez parece estar empezando a padecer de abuelimia, que es cuando a uno le crecen los abuelos que tiene en el circo para repartir chuches a los niños, pitas, pitas, y luego va y les echa una sardina como a las focas, y prou. 

Así que, la Transition Band ha salido a pista con que este tío es hilipoya, que en andaluz es mucho más que hijoputa, y que no les toquen el legado (cojones, en anciano), que es para sus nietos, que mira tú por dónde más bien andan en la delincuencia digitosexual, que no es que se rasquen ahí abajo, sino emplear la IA, que al parecer es la única que tienen, para gamberrear con el otro sexo, que ya puestos en modo democratitis resulta que es gratis para nenes. 

Pero es lo que cualquier yayo (y seguimos) haría, por sus partes, al cabrearse viendo a los hijos tirar de veta con sus ahorros de toda la vida invitando a caviar en el chalé familiar a una serie de aprovechaos, y prometiéndoles que igual se lo dejan en usufructo, sin pegas, tomaros lo que queráis, estáis en vuestra casa y tal. Un temor lógico si te figuras a Junqueras comiendo gambas. Pero hay más. 

Los viejos, sin decirlo, pues aún no han perdido toda la vergüenza que dicen se pierde de viejo, andan señalando, así como así, el trasunto real de la movida de Sánchez con sus socios, que consiste en que la amnistía, y otros acuerdos, con la serie de cambios de todo tipo que eso conllevaría, si de hecho no romperían la Constitución, ni el régimen, ni España, etc, etc, sí supondrían en la práctica el inicio y puesta en marcha de otra transición, que acabaría de hecho con el régimen del 78 -algo que podemitas y otros llevan intentando ya ocho años-. 

Lo cual, por otra parte, tampoco sería tan descabellado, a la vista de las muchas grietas de su edificio, y digámoslo pronto, la escasa o nula identificación de las nuevas generaciones con esta casa común vista ya como mamotreto, siendo indudable que unas buenas reformas sí convendrían a la casita, reformas que, por intereses de los dos grandes partidos, jamás llegan, dejando que todo se pudra, habiendo así llegado a esto. 

Solo que (y seguimos) esta transición se haría sin consenso, sin saber hacia dónde se va o hay que ir, ni qué es lo que quiere la gente (o contra la mitad de ella), y, aunque tenga visos cabales -Sánchez es un maestro a la hora de montar movidas a lo grande, de debate universal, en las que parece que todo el mundo lleva razón-, cuando lo único claro es que, en esta nueva huida hacia adelante, que es políticamente lo que lo ha caracterizado, su aventurerismo patológico podría cargarse unas cuantas cosas de esas sin repuesto y cuya excusa luego, cuando te preguntan de viejo en el extranjero, es la típica “yo solo quería el bien de España”. Y eso, tampoco es.

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