jueves, 7 de septiembre de 2023

Síndromes

 

Lo peor de jubilarse es que te quedas sin el síndrome posvacacional, esa menstruación septembrina unisex, “esos días” que te jode y te excita a la vez el seguir en el tajo, pero lejos aún de la menopausia laboral; algo así como lo recordado por W. Allen sobre la vida, que es una mierda, pero dura tan poco…, ya saben, la ambivalencia de la jodienda, que no tiene enmienda. Aunque a algunos les afecte más que a otros. 

Yo estoy por decir que, más que a los empleados, a los empleadores y su ansiedad propia días antes de empezar a estirazar de sus chollos o simples negocios, y más en vísperas de fiestas. Así, este año los hosteleros han reclamado, pero como agua de Dana, “personal cualificado” para la Feria, el gran síndrome. Ya estamos. Y llevan razón. 

No basta con cobrar poco, ser apañados/as, hacer jornadas rijosas o saber idiomas. Un camarero cool tiene que saber disertar, al tiempo que sirve mojitos a una peña de tragones de miguelitos, sobre si la Yoli y sus escoltas delinquieron al tratar con Puigdemont en Waterloo, o si el Supremo debería fijar como precedente doctrinal (y figurar en el Aranzadi) el aplauso al protagonista de acto público -hacerse un Rubiales, que se dice- como motivo incontrovertible de lapidación púbica, cese, despido, ostracismo, si eso te excluiría como miembro de mesa electoral (qué gozo), y si habría excepciones, como aplaudir a Mojinos Escocíos o La Polla Records. 

Y es que nos hemos olvidado ya del examen de conciencia como método para no volver a pisar charcos, sobre todo en septiembre, y si llueve. Yo mismo me tiré una vez cuarenta años, exactamente desde los trece, sin oír ese dictado. Hasta que un día, una diputadilla del Psoe, esa nueva iglesia de la verdad tan apóstata como excomulgante, ese otro síndrome colectivo guardián de las conciencias, ese superyo sin abuela que se creen, me lo zampó: “Antonio, deberías hacer examen de conciencia”. Así, en general. 

Y lo hice. Desde entonces paso aún más, y sigo más a rajatabla mi lema: di lo que quieras, haz lo que puedas y reza lo que sepas. Y cada noche antes de acostarme pido que Dios nos pille confesados. Y más en Feria.

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