jueves, 12 de octubre de 2023

La venda

 Hasta anteayer mismo, los cuatro Jinetes del Apocalipsis estaban pero que muy en vigor aquí mismo. El hambre, la peste, la guerra y la muerte campaban libres como escúteres y se contaba con ellos como fortuitos invitados a la fiesta obligada de una vida corta, que, pese a haberse alargado bastante, así nos sigue pareciendo a los agonías vividores por aquí de una juerga, ahora de verdad, que queremos inacabable. 

El Apocalipsis, así, vivía siempre lejos, como los pobres, los hambrientos o los enfermos, a pesar de que las iglesias, u oenegés después, o Coppola en su (mejor) momento, gentes que según los estándares actuales de valoración serían calificados de terroristas, intentasen recordarnos que no, que el Apocalipsis era ahora, que estaba ocurriendo. Y como si oyésemos llover -que, por cierto, sería un placer-. 

Y es que el hambre la vemos de soslayo en estampitas de niños negros con moscas. La muerte es, sencillamente un tabú. No es. La peste, véase el covid, ocultado, aherrojado y manipulado para servir al poder como sparring para demostrar que siempre sale vencedor y por tanto hemos de seguirle adonde nos lleve. Tan solo la guerra escapa a esta minimización elusiva y programada del desastre. No por inocultable, y mira que se intenta. O por ingestionable, ya que se hace y con muy buenos réditos. O por inexplicable. A cada guerra, de una piedra te salen cien expertos. 

Pero aún así la gente no se lo explica. No llega, no la concibe. La opinión pública nunca entiende el porqué de una guerra. La causa es que ve ese fenómeno obsoleto, incluso extinguido, propio de la civilización -y claro, propio de gente incivilizada-, dando por buenas una serie de mentiras tan proteccionistas como peligrosas, que nos apartan de la realidad incontestable de que la guerra vive, en todas las sociedades, y además sigue siendo uno de las medios supremos para entenderlas. También en ésta. 

Ahí está el dichoso bloquismo (evidenciado una vez más con lo de Israel), tan bloqueante de nuestra política. Sí, solo es política. Siempre lo es, hasta que lo es pero por otros medios. No querremos verlo, pero ese es nuestro problema.

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