jueves, 11 de abril de 2024

Una edad


Una de las cosas buenas de la edad –¡arrea, si hay una!– y los de mi quinta me darán la razón, por una vez, y aunque sea un mal síntoma, es que no hace falta ser felices directamente, pudiendo serlo por delegación.

Vamos, que nos basta con que otros lo sean, para serlo. Algo que jamás hubiera creído de mí mismo. 

Estableciendo un paralelismo, para lelos y no, con el sexo, ese renegado, se diría que poco a poco se convierte uno en algo asi como un voyeur de la felicidad, o felivoyer, corrido de gusto (es un decir) solo con ver correr hacia la dicha al prójimo, entre otras cosas con la esperanza de que se la pegue, también. 

Pero sí, nos satisface más un buen final que un mal finiquito, acaso sea por eso que llaman la perspectiva de la muerte, que siempre tiene al otro de emisario. Por eso no entiendo bien (o sí, por infelices) a los empeñados en recuperar el tiempo, la vida. Y es que yo no quiero recuperar nada. 

Carezco de vocación restauradora y de esa fe chatarrera en el óxido con que muchos se dedican al reciclaje del pasado. Lo pasado, al desván; los flojos molinos que la débil, lábil y dúctil memoria pueda mover, no merecen la pena al lado de la sangre nueva ofrecida por el presente, aunque sea en modo transfusión, a los draculines que acabamos siendo. 

Digo esto porque, al llegar a viejo, como tantos, me aburro y practico ese embrutecimiento disfrazado de relamida e ilustrada nostalgia pinturera en que consiste el repasar viejos, muy viejos, o no tan viejos, pasajes a los que aplicar indefectiblemente ese afán que sin duda se nutre de quizá inconscientes pasiones de redención, con los que apagar o mitigar el mal regusto que tenemos casi todos de unos actos que a menudo pensamos mejorables, cuando no repudiables y tan malamente enmendables ya, que nos llevan sencillamente a una mezcla de arrepentimiento, encono, claudicación ante lo impepinable, autocompasión a toro pasado, resignación y renuncia. Nada bueno; sea por ese u otro orden. 

Y no lo consigo. Me la pela. Y tampoco el olvido, salvo comprar fruta del día, o algo así. Y a veces, a la vista de todo me pregunto si de veras no me estaré haciendo mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario