jueves, 4 de abril de 2024

En guerra

 

En general, todos morimos antes; lo que no sabemos es si caeremos antes por una calorina climática o por una socarrina nuclear de la guerra interminable que no deja de venir.

Ahora viene del este, el peligro ruso, tan común en la infancia de los que nacimos en la larguísima posguerra del profundo rural, y que se solventó, quedó exorcizado por un gol, el de Marcelino a Yashin, que era el portero de la selección de la URSS, en junio de 1964, ante el mismísimo Franco, que fue como si éste lo marcase con la gorra. 

Desde ahí, los rusos ya no pintaron nunca tan fieros… Hasta ahora, cuando los viejos odios entre los vecinos centroeuropeos y los del más allá, el averno seco y frío de la mitología euro del miedo, los que llevan milenios atizando la guerra, se han despertado y, por aquello de estar en el mismo huso horario, económico y cultural, eso que en los telediarios llaman ‘nuestro entorno’ (aunque no creo que haya muchas procesiones en Lituania, ese vecino del 5º…pino), resulta que los rusos son otra vez el enemigo. Hay que joderse. 

Por las mismas, habría que ir la guerra con Yemen, que amenaza nuestras provisiones, o con Corea del Norte, que siempre está pinchando al socio padre, USA (y que Kim Jong-un nos cae gordo). Aunque todo se andará, porque de la guerra, como del cerdo o de Pedro Sánchez, hasta los andares. De momento, Margarita Robles (¡Margarita, tú eres roja, Margarita, tú eres gualda…, tachín, tachín!) ha cedido a la Otan, ese marrón nato, el uso del puerto de Mahón para defendernos de los hunos, o sea de los otros, y no creo que sea para bombardearlos con quesitos El Caserio, sino para quedarse por fin Menorca, que siempre fue muy exclusiva. Otra razón más para ir cuanto antes con el Imserso. 

Mientras si eso, me pregunto si volverá la mili. En un país que antes tenías que sacar los santos para que lloviera, y ahora no los puedes sacar porque llueve, todo es posible. Hasta que los jóvenes se hagan belicistas. Lo malo es si el enemigo los pilla enganchados al móvil. “Oiga, sí, ¿es Putin? Me ponga”. Y es que no sé si esto es de Gila o de Kubrick, la de Telefono rojo, volamos hacia Moscú. Veremos.

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