jueves, 30 de octubre de 2025

Herencias


Los adultos, históricamente, siempre hemos hecho el imbécil. Pero, no contentos con ello, pues si algo tiene la idiotez es que es agónica, también hemos hecho lo (im)posible por educar en la imbecilidad, para garantizar el mejor de los mundos posibles, del cual estamos orgullosismos. 

Es una forma de reproducirse como otra cualquiera y la respuesta a por qué la humanidad avanza tan lenta, pues cada nueva generación ha de pisar, como aprendizaje, peaje o ultraje, las mismas mierdas -más las que cada época añade generosa- que sus antecesores en el cargo de tontos del siglo, en su homenaje y para que no decaiga. Así, no hace un mes que se convocó una huelga general nada menos que por Gaza. Espléndido. 

Ignoro cómo la recibieron los gazatís, pues el equipo de Tezanos que tenía que haber ido a hacer la encuesta no sabe, no contesta. Aquí, el resultado inmediato fueron unos cuantos contenedores de basura en llamas. Y, viendo lo visto, me juego una chistorra -que no es algo que gane todos los días- a que un precedente así pueda servir de inspiración,  a un hijo de liberado sindical (sin ánimo de insultar), a un super concienciado por el futuro de los gatos o un forofo del poliamor, para emular -ya se sabe el refrán, cuando se acaba la linde, la mula para y el tonto sigue- a sus mayores, convocantes profesionales de lo que sea, para promover una huelga general de alumnos contra el acoso escolar. 

Y en algunos centros hasta la han seguido. Menos, claro, en aquellos en los que hay mayoría de padres de clase media o que trabajan ambos. Y no porque pasen del acoso, que, por cierto, es parte del aprendizaje de la lucha por la vida, inevitable mientras seamos animales humanos -aunque paliable en sus abusos-, sino porque: nene, tú te dejas de gaitas y te vas al cole, que nosotros tenemos que currar. Y los demás, si quieren hacer novillos, allá ellos. 

Así de simple. Pero lo de los padres apoyadores no tiene perdón. Le facilitan un móvil al niño (y con ello, otro delictivo a su acosador) y luego le echan la culpa a la escuela o al profesor. Y la solución es una huelga. Lo dicho: la tontería es libre y cada uno coge la que quiere.


lunes, 27 de octubre de 2025

En donde estés

 

Todo sucede allí donde los astros

navegan sincronizados con tu pulso,

así la primavera hasta la muerte,

viajando de precipicio en precipicio;

así el dolor cauterizado por el fuego;

así mi malestar ilusionado.

Contigo, con, sin ti,

raudo galopan los recuerdos,

atenazados, roncos, sin pena

por la sed de la resaca cristalina

de pasados a flor de piel, tiranizados

en la desdicha y la memoria inamovibles,

como solo alimento ante la vida,

como objetivo cierto, casi vivo.

Así en la luz a la que todavía perteneces,

te busco donde te halles, sin saberlo,

y no me angustia más un fin precipitado

que el horroroso por contingente olvido.

jueves, 23 de octubre de 2025

Leyendas

 

Estos días la Transición cumple 50 tacos, cuando se nombra a Juan Carlos jefe de estado interino (por segunda vez desde que un año antes Franco entrase en el box hospitalario para su expedición al otro barrio), para empezar a ejercer de verdad un papel aunque fuese de figurón, pero en algo importante, como fue la transmisión del Sahara a Marruecos, movida organizada por la Cia para hacerse con el control, a través de Hassan, de esa zona, cuya evolución estratégica así lo confirma hasta hoy, y para lo que necesitaban la anuencia española, obtenida tan solo dos días más tarde, cuando el 2 de noviembre (Día de los Difuntos, vaya por Dios), el recién nombrado, qué casualidad, viaja a El Aiún para dar su visto bueno a la operación, estrenándose como abajo firmante profesional, que le iba a reportar, entre otras cosas, el aval del imperio para instaurar un régimen sin mucha cochambre asimilable a los de alrededor. 

Portugal ya había logrado el suyo por las bravas, no saliendo mal la cosa, y se podía ser optimista. Así que, con este desvirgue -político, pues en el otro el mozo demostraría ser bastante autosuficiente, ducho y precoz-, se puede dar por inaugurado un periodo que, como todo mito, permanece lleno de incógnitas, tópicos, medias verdades, letra oculta, basura y mucha leyenda, que al final es la que prevalece, pues, como dicen en El hombre que mató a Liberty Valance, “cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda”. 

Y es lo que ha quedado para la historia, que para que sea común y consensuada ha de ser leyenda, que es una, mientras transiciones hay miles, tantas como testigos. Yo no he leído aún ningún relato sobre ese periodo que concuerde con ningún otro, y, sin embargo, en la memoria colectiva ha quedado que, fue morirse el colega, y entre cuatro audaces liaron una obra de arte que ríete tú de Pericles y Maquiavelo juntos.

 Pero, ¿acaso César no llevaba un cocinero?, que diría Bertolt Brecht. O sea, ¿a quién le importan los antecedentes, los precursores, su engendro, su desarrollo, la gente que la hizo posible? A nadie. Solo cuatro fechas y dos famosos. Lo demás, es historia. O sea, leyenda.

jueves, 16 de octubre de 2025

Cartuchos

 

La gira sexual de ese dúo de circo (y fieras) formado por Ábalos como empotrador sin fronteras y Koldo como su agente y pagador, avalista domador de un putero indomable alquilado por horas de ciudad en ciudad a gastos pagados para fornicador y beneficiadas (perdón, damnificadas), bolos dignos de haber figurado como números del Teatro Chino de Manolita Chen, me recuerda a un verraco de mi padre, Cartucho, un cabrón díscolo y tecloso con el que hicimos una pequeña correría, con perdón, allá por los sesenta por el canal, ese al que los idiotas llaman hoy sin quedarles otra río Palo. 

Imaginen a Cartucho, un belitre de ocho arrobas certero como radar de feromonas de las hembras en amor -así se llamaba entonces al celo-, saliendo al camino a ventearlas. Imparable. Y menos, con las varas que mi padre y yo portábamos para llevarlo por el buen camino sin que se confundiera de hormonas, dando más giros, gruñidos y cabezadas el muy cerdo, que echaba espumarajos por la boca antes de atisbar a su primera cita (lo que ahora sería un first date) en una huerta cercana, una primala que hubo que cuidar, vara en mano, que no ringase del ímpetu digamos amoroso. 

Si bien todo quedó a satisfacción del usuari@, y sin tráfico de moneda, pues entonces la cosa, aún sin Koldos, era más de trueques. 

Pero lo difícil fue sacar de allí al bicho hacia su segundo objetivo, y no por encaprichado con su pareja, que ni que le pusiera piso, el guarro, sino por renegado y hostil como un apache, llevándonos como p.p.r. (putas por rastrojo) de aquí para allá, correteando, fintando, revolviéndose, hociqueando, tirándonos…, quien no ha intentado manejar un puerco en campo abierto, y salido, no sabe del infierno. Al menos, Koldo & Pepe Lui lo hacían en lo urbano. Así, hasta llegar a su otra parada (nupcial), en que se despachó todo y, casi derrengado, hubo que bajarlo para volverlo entre sentadillas y gruñicios, a empujones, a su querencia. 

Un suplicio, el Cartucho. Y total, dos cartuchazos. Ah, lo que hubiéramos dado por un semental a gastos pagados, y con dinero público. Pero cómo íbamos a soñar en pleno franquismo que la democracia daría tanto de sí.

jueves, 9 de octubre de 2025

Visibles

 

El mundo está lleno de parajodas. Una de ellas es que, cuanto más globales son los medios, más invisibles nos volvemos. Y eso no pasaba en la vieja sociedad de masas, en la que aún creemos estar, pero no, pues la exposición se daba por niveles, como correspondía a una organización piramidal construida también a la antigua, por pisos, por cotas, en la que cada uno, en su franja de pertenencia, tenía su cuota de visibilidad. 

Las ciudades, y no digamos los barrios, o los pueblos, tenían sus tontos, archiconocidos, sus borrachos, sus calaveras, sus putas. Hoy, todo eso, no es que haya desaparecido, pero sí se ha difuminado, perdido su relevancia, de modo que para vivirlo hace falta un intermediario que es, o la tele, o la red, ya que hacerlo en vivo y en directo, de forma natural, es muy incorrecto, y tanto más correcto cuanto más sea de pago esa intermediación. 

Como aquello que cantaba (es un decir) Javier Krahe, que si te desnudas eres un cerdo, pero si lo haces en la tele es un espectáculo erótico. Y es que ya no pertenecemos a ningún espacio concreto o particular, sino a la galaxia. 

Por fin, no somos nada ni nadie, y la única forma de hacernos visibles (o ser, simplemente, identificándonos, perteneciéndonos) es acceder a la red, a la tele. No subir la escala social, sino dar el sorpasso. Y ya estás vivo. 

Porque, siendo así, ser, eres -aibá, me ha salido un José Mota-. Que, básicamente, es a lo que han ido los listos de la flotilla, esa movida que no sé cómo no la ha producido Mediaset; más que a dar visibilidad a la masacre, a hacerse visibles ellos mismos. Porque si hay un dicho certeramente comprobado es el americano de “hazte un nombre y te haré rico”. 

Y mira, a la Barbie Gaza ya la han contratado; la Greta ha subido enteros su cotización de jodeverbenas; la Colau ha subido en las encuestas (o sea, en el caché), y el resto de famosillos, dale que va. Y el Wyoming, no sé si le habrá dado la cosa para comprarse otro piso -que no es que me queje, sino que no entiendo cómo no asila en los que tiene a menas y pobres así-. Y ahora, saldrán en la tele. Menuda parrilla nos espera. Es lo que nunca les perdonaré a los israelíes.