Por fin vamos a saber lo que cuesta ponerse a malas con
alguien, hacer cruz y raya, tirarse los trastos, lo que se dice echar la mula
por la linde. Entre 800 y 1300 euros.
Un juzgado dictaminará próximamente (o sea, de aquí a la eternidad) entre lo que uno y otro enemistado barajan, a razón de los daños causados por el uno en la barbería del otro, a la que pegó fuego tras darse cuenta de que ya no lo tragaba. Como la cosa está sub judice, no ha trascendido si el agraviante era cliente del agraviado, que teóricamente podía haber sido un atenuante, pues el mejor peluquero te hace un trasquilón. Quiero decir parroquiano –porque a lo del pelo va uno como a la iglesia, con fe– en su vida anterior de amigos, ya que en la nueva como reñidos no pudieron serlo, ya que la barbería acababa de ser montada y no llegó a inaugurarse, y por tanto ni el examigo pudo estrenarse, ni el otro ir a “arreglarse”, ni a navaja ni a nada (lo que quiere decir que su conducta no tenía una causa inmediata), con lo cual nos quedamos sin saber del arte de Fígaro de uno, o si el así desfogado ya sabía algo sobre el mismo importante para la clientela futura y quiso advertirlo a llamaradas. Hay veces que la fama te precede. Eso sí, ambos se han enterado de lo que vale un peine.
Un juzgado dictaminará próximamente (o sea, de aquí a la eternidad) entre lo que uno y otro enemistado barajan, a razón de los daños causados por el uno en la barbería del otro, a la que pegó fuego tras darse cuenta de que ya no lo tragaba. Como la cosa está sub judice, no ha trascendido si el agraviante era cliente del agraviado, que teóricamente podía haber sido un atenuante, pues el mejor peluquero te hace un trasquilón. Quiero decir parroquiano –porque a lo del pelo va uno como a la iglesia, con fe– en su vida anterior de amigos, ya que en la nueva como reñidos no pudieron serlo, ya que la barbería acababa de ser montada y no llegó a inaugurarse, y por tanto ni el examigo pudo estrenarse, ni el otro ir a “arreglarse”, ni a navaja ni a nada (lo que quiere decir que su conducta no tenía una causa inmediata), con lo cual nos quedamos sin saber del arte de Fígaro de uno, o si el así desfogado ya sabía algo sobre el mismo importante para la clientela futura y quiso advertirlo a llamaradas. Hay veces que la fama te precede. Eso sí, ambos se han enterado de lo que vale un peine.
Por eso lo que triunfa hoy,
en que todo el mundo va con una lata de gasolina por la vida, es lo de “vamos a
llevarnos bien”. Porque sepa Dios. A todos, cuando rompemos, nos entran ganas
de pegarle fuego al mundo (bueno, y al ABC, y a El País, etc), y luego el peine
te sale por un pico. Cuanto ni más si es peineta, como a Bárcenas, que se tomó
tan mal lo de percatarse de que sus nuevos patronos, pese a ser compañeros ya
no eran amigos, y le pegó fuego al negocio cuando las barbas les tocaba
raparlas a otros. Aunque éste al menos les dejó inaugurar la barbería, que es
un detalle, y ya sabemos cómo afeitan. Por eso el pobre se ha ido a
Magistratura, a ver si le dan un laudo, que no es ningún mueble para meter
billetes, que sería lo suyo. Y ahora están en los tribunales, a ver qué pasa,
sin consultar ni con hijos o nietos, que serán los afectados directos más
probables. Aunque como la sentencia de la barbería sentará jurisprudencia en
cuanto a amistades truncadas y sus efectos, ni a él ni a sus viejos amigos les
saldrá la cosa por más de 1300 euros. Pero, claro, seguro que quieren que los
pague el que pierda. Y si no, de los impuestos. Y es que con ciertos enemigos ya
no necesita uno amigos.
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