jueves, 21 de marzo de 2013

Findeísmo


La crisis también tiene cosas buenas. Por ejemplo, las vacaciones. No me refiero al aumento forzoso del tiempo libre por falta de negocio. Más que un chiste negro facilón, seria una hijoputada macabra. Me refiero al minimalismo con que la ruina obliga a hacerlo todo.

A ese vivir a la japonesa que nos inunda cual tsunami beatífico. Vivir a poquitos. Hemos pasado del largometraje al corto y resulta que es mucho más civilizado que la vida de satrapía a hinchaperros y saturada que llevábamos. De ahí el éxito del sushi, los menús degustación, el chupito, la ropa barata, lo intangible, los amores rápidos, los pequeños y efímeros placeres. La escasez, si una cosa enseña es a disfrutar de lo poco. Incluido el tiempo, sea en su versión climática –fijémonos tan sólo en lo mucho que ahora gusta el frío, la lluvia, la nieve, todo lo que en teoría va contra el dispendio idiotizado–, o en su acepción de magnitud, con la paradoja de que, cuanto más tiempo tenemos, más afinamos y lo seleccionamos a la hora de exprimirlo, y tras el esportazo dado, ya no nos tiramos de panzotada a las vacaciones de un mes, o una quincena, ni siquiera la semanita. 
Ahora, a excepción de que aún haya quien va por ahí a ultramares, esa odisea delirante, para huir del estaribel en que esto ha devenido hemos elevado al ‘finde’ como medida ideal del desalojo y dosis prescriptiva para mantenernos resurrectos en el lebrillo de lágrimas que es este puto valle. Y nada tiene más valor que un buen fin de semana, que, de momento, es la medida de la felicidad, el referente universal del revivir permanente a que obliga la máquina global, y si no sabes montártelo es que tienes un problema. Aunque ya existía como tal en otros mundos. En USA, por ejemplo, donde sólo te identifican como español si dices tener 40 días de vacaciones. 
Allá, y en otras partes, ha tiempo que el weekend es la piedra angular del asueto. Más de eso es casi pecado. De hecho, hasta tienen ya una terminología acorde con ese pensamiento, con esa ideología social hecha religión que allí llaman weekendity, lo que aquí llamaríamos findesemanismo (o findeísmo, por abreviar). Y con sus derivados y todo, como el weekendicity, que no es mendigar un weekend al jefe, sino pasarlo en la ciudad, porque siempre ha habido clases y si todo el mundo se va al campo, luego a luego faltan collejas. Ea, todo lo de los gringos no iba a ser malo. Oye, y funcionan. Así que, buen finde, y que cunda. Suena proimperialista, pero, por una vez…

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