El gran problema de los catalanes para
independizarse es que piensan todavía en pesetas. Que aún están bajo lo que
podríamos llamar síndrome de la pela, que es como ellos piensan en la guita
que, como a todos, les gusta más que a los perros los picatostes.
Algo así como un complejo de Edipo pero en flojo, dispuestos siempre a matar al padre, pero no a hacérselo con la madre, sino con Susana Griso, pues nadie dijo que fueran idiotas, y esa es la madre de todas las batallas, que no se atreven a salir de casa sin tarjeta de empresa, por si no encuentran ningún tonto que les pague el taxi. Que es como llevarse a la playa el frotador, o sea alquien que te dé crema. Lo cual es un imperialismo como otro cualquiera, como el mismo nacionalismo, por ejemplo –en realidad todo lo que no sea viajar en metro, lo es–. Aunque para imperialismo, los toros, o la Cibeles, con hinchas del Madriz, el colmo del imperio.
Algo así como un complejo de Edipo pero en flojo, dispuestos siempre a matar al padre, pero no a hacérselo con la madre, sino con Susana Griso, pues nadie dijo que fueran idiotas, y esa es la madre de todas las batallas, que no se atreven a salir de casa sin tarjeta de empresa, por si no encuentran ningún tonto que les pague el taxi. Que es como llevarse a la playa el frotador, o sea alquien que te dé crema. Lo cual es un imperialismo como otro cualquiera, como el mismo nacionalismo, por ejemplo –en realidad todo lo que no sea viajar en metro, lo es–. Aunque para imperialismo, los toros, o la Cibeles, con hinchas del Madriz, el colmo del imperio.
Y no es que, cuanto más pequeño el
mundo, sea más pertinente ser pequeño patriota, pequeño burgués o pequeño gran
hombre. O esa otra tontería de que donde se ponga una cabeza de ratón, que se
quite una cola de león a estas horas llena de moscas. O ya puestos, los más
desapegados dicen que, habiendo un mundo global ahí fuera, qué necesidad hay de
lidiar con tales contrarios domésticos tan hirsutos. No. Todo eso son decires.
Siendo ahí precisamente donde radica la gran contradicción separatista, ese
afán indomeñable por llevarse la liga a toda costa, pudiendo disputar la Champions
(que siempre se disfruta menos que lo otro).
Y es que en realidad son casi de los
nuestros. De hecho, al mediocre, tradicionalista y de las Jons lema cañí del
“como en casa en ningún sitio”, lo que oponen es la otra cara de la misma
moneda, inventada por cierto por otro gran castizo protoespañol, rojillo por
más señas, que fue el actor Antonio Gamero, el otrosí celebérrimo slogan a la
contra de “como fuera de casa, en ningún lado.
Y digo yo. Con una actitud así de
unamunesca, despectiva del hogar común –en cuyas entretetelas cualquier
psiconalista del montón vería cierta morriña–, ansiosa de exterior (de
boquilla) y tan bonitamente fratricida, con ese eterno reñir así, que más
parece sacado del fandango Pelea en broma, de Dolores Abril y Juanito Valderrama, que de Duelo a garrotazos de Goya, ¿no se se van a aburrir por ahí sin tener
con quien reñir? Con lo bonito que es, como cantaba Camarón, “me gusta reñir
contigo, porque aluego hago las paces”. Y sobre todo, celebrarlo después. A
gastos pagados, por supuesto.
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