En Cataluña se están liando con la dichosa preguntita
de los cojons. Ya verás tú cómo al final ni se independizan ni nada, y ni
siquiera hacen la famosa consulta, por no llegar a un acuerdo en lo que hay que
preguntar. Siempre pasa lo mismo.
Tú te llevas a un restaurante a comer por la jeró a cuenta de otro a un familión, tan unido como el que más, una piña, vamos, pero cada uno de su padre y de su madre, y a la hora de pedir el arros, unos que si negre, otros que amb costra, o a banda y alguno, fuera de banda, que fideuá, por empreñyar, y al final, se tarifa, se sale follado de allí (con mucha suerte) y no se come. Y todo, por no saber qué preguntar.
Tú te llevas a un restaurante a comer por la jeró a cuenta de otro a un familión, tan unido como el que más, una piña, vamos, pero cada uno de su padre y de su madre, y a la hora de pedir el arros, unos que si negre, otros que amb costra, o a banda y alguno, fuera de banda, que fideuá, por empreñyar, y al final, se tarifa, se sale follado de allí (con mucha suerte) y no se come. Y todo, por no saber qué preguntar.
Aunque la cosa no es tan fácil.
En las anteriores intentonas de consulta, bien es verdad que petitas y bastante
de poble, pequeños franeleos para palpar el cuerpo social del tema, la gent
reaccionó en plan “Tú pregunta lo que quieras que yo responderé lo que me dé la
gana… en la playa”, que es donde solía acudir a la hora de la consulta, como yo
cuando la tengo con el dentista, que aprovecho y me voy a mercar rovellons.

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