Antes,
tanto los pobres como los tontos eran verdaderas instituciones. Estaban bendecidos.
Eran un don, la antítesis en la prueba de la existencia de Dios, que es que
gracias a ellos hay ricos. Eran pues, cruciales para la poyética. Cuando no la
poyesis misma. Que es la poya. Y eso se traducía en el lenguaje, hablándose de
pobres de solemnidad y de tontos solemnes. Luego vino el boom, y casi
desaparecen. Menos mal que pinchó la burbuja y han vuelto. Pero no es lo mismo
un rico venido (o vendido) a menos que un pobre rancio. O un tonto de toda la
vida que un tonto funcional. Y los de ahora son de serie, motorizados,
ciudadanos, contribuyentes, digitales (frente a los de antes, analógicos), han
mamado el bienestar, el estado de derecho, etc.
Es lo que tiene la aldea
global. Sólo que, como recuerda Carmen Camacho, en ella también están los
tontos del pueblo. Y, no te creas, que, como dice el amigo Barrax, un tonto te
jode un pueblo. Se te mea en la cuerva del Día Grande, y te lo jode. Aunque de
momento se limitan a querer salir de tontipobres, como esos preferentistas que
reclaman que el estado les diga cuándo tienen que vender las acciones de Bankia
para obtener ganancias. Vaya un pijo. Que es como pedir a los maestros en el robo que te
enseñen el arte del tirón. Y eso que son tontos.
Es
lo que tiene haberse recriado en el estado garantista que te declara con
derecho a todo (menos a la pela, como se ha comprobado). Como si supieran
aquello que dijo Reagan, de que el contribuyente es una persona que trabaja
para el gobierno, pero sin haber hecho las oposiciones a funcionario. Y que es
lo que quiere cualquier malpierde que aspire a ser un pisaverdes:
institucionalizarse, aunque sea interinamente. Y exige al grito de “y luego
dicen que no hay cuartos”: ser pescatado, seguir siendo parte del estado, pero
de la que sale ganando.
Y que vivir por encima de las posibilidades, aunque sea a crédito, es más vanguardista y capitalista, y menos reaccionario que esa prédica del ahorro burgués. Nada de ir de tocatejas por la vida. Que eso es un atraso, y al que no paga todos los días se le recuerda. Y es que los tontos son admirables. Aunque, como dijo Niels Bohr, un tonto siempre encuentra otro más tonto que le admire.
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