jueves, 4 de septiembre de 2014

El palo y la zanahoria


Para inaugurar el nuevo templo de Assam, India, en 1565, el rajá Nara Narayana les cortó la cabeza a 140 hombres. Que, si lo pensamos, es una fruslería, una minucia para un evento de tal magnitud.

Se pierden muchas más en un Madrid-Barça, por ejemplo, y son dos o tres al año. Y, entonces, como no había suficientes bandejas de oro, para ofrecérselas a la diosa madre Kali, los cráneos se depositaron en bandejas de cobre. Y ahí no acaba la cosa. Se cuenta que la afición de estas gentes por los cráneos era tal, que las muchachas no aceptaban casarse con ningún hombre que no hubiera logrado arrancarle uno de cuajo a una joven de una aldea vecina. Es la mínima proeza que puede pedírsele a un novio, ¿no? Y menos competencia, claro. 
Así que los estudiosos sospechan que sería esta facilidad para agenciarse cabezas la causa de que este pueblo no inventase la tele, ni, por supuesto, la democracia, que es un alter ego de jibarismo poético, entre nosotros menos cruento, pues nos basta con sublimarlo con cabezas de cordero por un módico precio. Y si lo que deseas es que te coman la tuya (la cabeza), no tienes más que poner la oreja en cualquier muecín de nuestra diosa Kali, la política, que se pasan el día llamando a la oración desde sus minaretes asegurándonos que gracias a todas esas cabezas (y carteras) depositadas en sus templos (urnas, bancos, etc) de ahora en adelante todo va a ir ya de puta Kali, o madre, y que, para empezar, nos van a devolver parte de lo robado (para volvérnoslo a robar, claro, en cuanto nos durmamos, o votemos).
Lo que pasa por vivir sin cabeza
 
Menos mal que hay otros muecines, del mismo templo, suplentes o en meritoriaje, que nos alertan de no escuchar y nos cuentan otra película, que eso son cantos de sirena, el típico cuento del palo y la zanahoria, arreándote con el miedo y prometiéndote el caramelo. El ejemplo más típico de ese sadomasoquismo depurado que se llama democracia parlamentaria. Y saben lo que dicen, pues para eso lo han practicado ellos antes hasta la extenuación. Pero aun así tengo mis dudas. Tres. Una, que si para aquel templo se sacrificaron 140 cabezas, aquí llevamos ya millones. Amén de otras cosas. Dos: la afición por ellas de aquellos bárbaros no es nada comparada con la de estos antropófagos nuestros. Y tres: aquellos inauguraban un templo cada generación o más, y estos necesitan sangre nueva cada tres o cuatro años. Así que, me faltan cabezas. En cuanto a bandejas…. ¿pero quién coño se ha llevado las bandejas?

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