martes, 2 de mayo de 2017

Aguas


Y hablando de Aguas, y del Canal. Este año habrá restricciones de suministro doméstico en muchos lugares de España. En el riego también, pero éste coexistirá, paradójicamente, con sitios sin agua de boca. Un caso típico de subdesarrollo del que se echará la culpa, según quién, a la escasez de lluvias, las infraestructuras, las políticas o a santa Bárbara.
Nadie hablará del modelo de gestión de este recurso cada vez más escaso (por subir su demanda mientras que el mismo disminuye), insustituible y llamado a ser todo un problema para el futuro de países enteros. Y aun así nadie hablará de ello, como en las crisis políticas se habla de partidos o programas pero no del sistema. Pues igual. 
Con las sequías se habla del tiempo, de pantanos, de planes hidrológicos, de trasvases, pero nadie habla de las Confederaciones, esa minucia, esa tontería de organismos que manejan a su antojo el uso (y tantas veces el abuso) de toda el agua que besa nuestra tierra y de la que dependemos para todo, la casa, los tomates, lavar el coche, fabricar aluminio, producir energía. Para vivir. Cosa que no hacemos sin el permiso de esas entidades que dictan dónde habrá agua para la vida y dónde no se beberán un buche y quedarán expuestos al éxodo o el abandono. 
Y así ya, casi un siglo, desde su creación en 1926, sirviendo al interés general, dicen, aunque sean muchas las pruebas de su buena disposición a intereses no siempre tan del bien común, amparadas en esa opinión pública, que igual que al ver caer dos gotas ya cree que se puede duchar dos veces, cree también que pertenecen al estado y por lo tanto están controladas y son de todos. Ja, ja. Pues su personalidad jurídica es propia y distinta del estado, aunque estén adscritas administrativamente a algún ministerio dentro de la Dirección General del Agua, organismo con plena autonomía funcional. 
Desde ese limbo estatuario, ni público ni privado –parte semitapada (y tufillo a famiglia) pero principal de esa oligarquía sistémica que muchos niegan– ejercen su tiranía acuática a placer, favoreciendo riegos, facilitando kilovatios, poblando o despoblando riberas, rellenando o vaciando acuíferos, etc. A cambio solo de algún favor al gobierno de turno. 
Mientras tanto, siguen estudiándose los protocolos de participación y supervisión democráticos en ellas. Va para 12 años. Esperemos que si algún día funcionan el grifo no esté ya seco.

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