viernes, 21 de junio de 2019

Tacones cercanos


El lenguaje, o sea la cultura, puede parecer vivir civilizaciones distintas. Así, en Japón uno de los caballos de batalla del empoderamiento femenino se apoya, tal cual, en no llevar tacones en muchos centros de trabajo, una costumbre de cuando la occidentalización por decreto, devenida ley en la etapa de ocupación gringa, casi como gesto de sumisión. 
Aquí, sin embargo, llevar tacones y cuanti más, mejor, es visto como signo agresivo de emancipación, y hasta como algo sexy, según los fetiches y tontunas con los que se ha horneado nuestra peculiar intrahistoria. Y ni aquí ni allí es tan así. 
Las culturas son tan truculentas y guadianescas que casi siempre quieren decir otra cosa de lo que dicen. Y hay que distinguir entre cultura y moda. Y que a las mujeres, si bien se las advierte contra los estereotipos, jamás lo suficientemente contra la cultura, que tantas veces se vuelve contracultura (y contra ellas). 
Hoy y aquí, un tetuaje (o sea, un tatuaje en la teta) revela mucho más sobre aspiraciones femeninas que un toples, algo que allí, donde alguien tomando el sol es considerado sunnormal, sí es realmente transgresor, en un país donde el rapado del sexo es poco menos que inmoral y el vello corporal se considera tan obsceno que el del pubis se tapa siempre con un rectángulo negro incluso en las revistas eróticas. 
Y es que hay culturas y culturas, y además, chocan. 
En la sociedad postindustrial ha habido un cambio de significado del cuerpo, y, si bien su visibilidad parece estruendosa, también tiende a manifestarse de manera discreta en los detalles, como cuando ha de servir, bien domado ya y convertido en un instrumento de comunicación, de medio de expresión ideológico, pero sin agresividad, pues ya no se trata de su liberación, sino de manifestar su intelectualización y su dominio. 
Solo que eso, en unas culturas se manifiesta erradicando el tacón, y en otras a llevarlos de aguja (para sacar un ojo, si hace falta). Es la gran controversia que se da en todas partes y sobre las que esperemos que los estilistas no tengan la última palabra.

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