martes, 12 de mayo de 2020

Ficciones y contradicciones. Contribución a la crítica de la ecología política (para un planeta más justo, naturalmente). Post-it 26

BESTIARIO


RATA
Diseminadora del incordio, se acredita como una recreación grotesca del hombre hecha por Prometeo para castigar su extrema arrogancia. Late en toda comidilla, emisión de sobremesa o reyerta dialogada, sobre todo desde que Caliope, directora artística de las musas, la tomase bajo su protección dotándola del poder de seguir el hilo. 

Al emplearlas como canguros de su hijo Orfeo, adormiscado en eterno sesteo con soporíferos por su muy ocupada madre, éste las dormía con sus canturreantes pedorretas, por lo que la mamá creyó haber parido un portento cuyo genio musical amodorraba a las bestias, haciéndole tomar clases y dar conciertos amañados que él interpretaba como delirios de madre. 
Como regalo por hacer de descubridoras y luego de público, les concedió el don de ser animal experimental por excelencia. Como siempre está en la sombra, por no querer mirarse nadie en su semejanza, las blancas, más delatadas por la luna, son tenidas por las más honradas y serviciales. Pero hay entre ellas tanta falsa tipología, que son indistinguibles... aunque de cáusticas, poco se llevan.(Indispensable ver el Apéndice 2. Subrayado del autor.)

Y aún dice Platón que “... la inteligencia es una exclusa a expensas del batir de los sentidos, y una vez se desborda inunda el ser de un dolor insonoro y cordial que recuerda a la forma en que la muerte da su última embestida contra la vida en busca del ocaso”.

Hay quien apunta que por tratarse de depuradoras de bolsillo y los mejores reicladores de materiales de desecho, tendrían muy asimilada la capacidad conclusiva, que las hacía sentenciosas y lapidarias, además de inclinadas a lo sórdido, por la necesidad de sobrecoger al resto de las especies granjeras con el horror de ver contadas sus vidas como otras vidas, en lo que las ratas siempre fueron duchas, plagiarias y plagiadas. 
Y que eso las mantuvo aborrecidas pero a mano, y deferentes al saberse requeridas aunque amenazadas, reservadas para cuando el pánico debió volverse alimento, a falta de otros dioses. 
De hecho, nada más despuntar la idea de divinidad junto a la muerte en una noche espesa tendida como un echarpe de antipatía y miedo, todos buscarían el consuelo de sus temibles historias de muchos negatrones, queriendo por tanto asesinarlas enseguida. Pero esa ya es otra historia. 
Además, que si hemos de profundizar en el encuentro de entrambos temores, de los hombres en el pánico a la nada, y de las ratas en el pánico al todo de las bestias, la respuesta sería ecuménica. Demasiados invitados. Aunque de ahí a homologar a este animal con los escritores al uso resulta un poco mecánico. 
En puridad, antes irían parejos con el ratón de biblioteca, pues la rata es más de especulación y coger por los pelos, por no hablar de lo desmadrado e hirsuto del pelaje de su fabulación. Lo cual ataja esa milonga con autobombo de quién parangona a quién, si ellas a los humanos o a la vicevérsica.



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