lunes, 29 de junio de 2020

Junio


Pradial para los revolucionarios, cuando aún había prados y antes de que aquéllos se pasaran a las flores, aunque fueran del mal, y de que estas se marchitasen, es un mes que a la primera calor se espesa y se vuelve bullabesa que anuncian las chicharras arriba de los árboles a la arriesgada población que pretende vivir otro mes, quizá otro verano, ahí es nada, y disfrutar, si cabe, de ese muñón primaveral, quizá un sarcasmo. 
Porque junio ya no es de ida, sino un mes que está de vuelta, y más que aterrizar, aterrazamos, con permiso de las camareras y su lejía, al fin empoderadas entre mesas y sillas de alguna marca de cerveza, como nueva legión de policía (sanitaria o no) que añadir a los clásicos de la represión por nuestro bien. 
Y es que la nueva normalidad no es nada original, sino un patrimonio de junio, solo que este año, al ser una parodia de sí mismo, con sus flores tardías de papel (higienizado), su recién descubierto grupo O de la suerte, sus rebrotes nada tiernos, su invitación con la boca pequeña a donar plasma con anticuerpos, su quiero y no puedo vacacional, su sudocu vital tan imposible de cuadrar, sus mascarillas de papada, café, copa y puro, su reino del decreto y dictadura telemática –cuando despertamos, Pedro Sánchez (y Fernando Simón) todavía estaban ahí–, hacen que junio parezca que le falte un hervor, que sea casi un mes, un mes seismesino que, en vez de ser el mes chill out por excelencia, es ese treintena en que no sabemos si lo vivido fue una tragicomedia de Netflix o un dramón de HBO, un mes que corre el riesgo grave de convertirse en repe y de instalarse, sin ferias ni verbenas, como rey de la incertidumbre.
Pero si algo delata a junio como sospechoso habitual en este caso pillado in fraganti es por haber aflorado tanto tonto asintomático, esos seres tranquilos vueltos iracundos horribles; serenos ahora presos del pánico; paranoicos antes necios confianzudos; abrazadores natos que huyen hasta de su camisa; gente que te ha hecho su enemigo. Junio, una guerra fría para una vida fría. 
Y es que, al fin y al cabo es el mes con más horas de luz, y ya, todo está a la vista.

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