viernes, 14 de agosto de 2020

CREPÚSCULO

 
Todos los días nos preguntamos cuándo regresaremos al futuro, invadidos por esa impresión de haber retrocedido en el tiempo, hacia la eterna escasez, el miedo, el recelo de todo, la desconfianza de todos, la reclusión por falta de perspectiva, la ansiedad del hoyo, enfatizado todo por este agosto sin verbenas ni mundanal bulla  -que ya nos parece transgresora, signo este de claudicación ante el enemigo, la tristeza, el orden, el poder-, listos para firmar la paz y entregar la cuchara, agosto y cierra España. 

Pues cuando la vida cotidiana se diseña, define y regula por decreto, o rendición incondicional o cantas el Bella ciao. Y me temo que andamos mal de canciones de llamada. 
Los quinceañeros de ahora creen que lo hacen con el rap, aunque solo les hace mover las manos y la chepa, pues ese es otro canto crepuscular, quizá el más triste por ser en sí de un derrotismo nihilista (y para jóvenes), más aún quizás que aquellos cánticos nuestros de falsa rebeldía (y escéptica libertad) de los 60. Todo sigue, pero a peor. 
Esa es la sensación de la experiencia y de la vista del crepúsculo, que aún se divisa mejor cuanto más cerca estás del precipicio, un horizonte nítido de nada. Aunque virtualmente vayamos a mejor. De hecho el turismo y el ocio ya son virtuales; la política es virtual (y la oposición, no veas); la comunicación es virtual; la misma ideología es virtual, y las relaciones, ni te cuento; hasta el sexo lo es, si es que lo es –el mismo satisfyer femenino solo es una concesión camp o retro en un ámbito crepuscular átono, un detalle no se sabe si pro o anti Me too-. 
Y es que los deseos no nos dejan ver la realidad, que es que todos los días regresamos al futuro, al frío porvenir, por mucha ola de calor que tengamos, a un futuro incierto y rapaz. Y cuanto más nos neguemos a verlo solo como una pesadilla de pasado temporal, y que la tierra gira y que no es de noche sino de día y que no amanecerá sino que aún anochecerá más, y nos preparemos para ello, para el crepúsculo, y no para el orto, más nos darán por él. Porque además de alba significa lo otro. Y porque, como dijo el poeta, ya es de noche.

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