jueves, 11 de noviembre de 2021

El (falso) lío o esto es Hollywood

Lo del PP no se ha sabido nunca muy bien si es un thriller o una comedia de enredo. Es lo que pasa con la alta sociedad, que tan pronto te la explica Hitchcock como Lubitch. Así que estoy en duda si el match Ayuso versus Génova es un duelo de géneros o un popurrí. De si se trata de un dramón a lo Sarita, de risa y llanto a la vez, o si es una nueva versión de La loba, con IDA emulando a Bette Davis pero sin miriñaques. I dont know.

Fresca todavía en las retinas la serie gangsteril que nos brindaron, y queriendo reconvertirse buscando otras localizaciones para sus nuevos rodajes, tanto en el tiempo como en el espacio, cual una Miramax post Me too, pero aquí del estraperlo político con ribetes policiacos y eternamente noir, siguen montando tanto remakes bélicas con Vox -que ya veremos si al final no resultan una precuela-, sobreactuados siempre, así como bodrios del suspense alimentarios, para mover el diente y la moviola, con Madrid de escenario, si no pasional sí territorial, en el sentido del reparto famigliare que en el caso de New York tanto diera de comer a un Scorsese.

Y así está el patio de butacas -aunque lo que más saque el público sean entradas para el gallinero, visto la poca solvencia del espectáculo-, pues en realidad todo se reduce a mantener cuota de pantalla y corte de cupón hasta la lucha final, que para la productora gaviótica es el blockbuster de La Moncloa, un puente demasiado lejano hacia el poder, y lo saben. Van de Indiana Jones, pero tienen más difícil reconquistar el Arca Perdida que Almodóvar haga una del oeste. Y el problema está en las co-producciones.

Tanto ellos como DisneySánchez juegan a lo mismo: sabiendo su incapacidad para la superproducción o el taquillazo en solitario, se alían con compañías menores, con cuidado de que, ni crezcan ni les mengüen, permitiéndoles así dar el pego tanto a sus accionistas como a la masa de espectadores. Una técnica bonsai que si a la productora de Guailandia le da para ir estrenando, aunque sacrificando estrellato -o hasta que se estrellen-, es improbable que funcione en el Clan de los genoveses, a causa de que la peli madrileña como máximo éxito sostenedor de las arcas y de las casas de apuestas, no es exhibible en provincias, pues, aunque hay gente que sí sacaría entrada, las salas no están por la labor de poner un cine de época, ya un tanto caduco, como es el de capa y espada, villa y corte, el de piratas y hasta algún peplum con mucho cuero y depilación láser, tan capitalino y de inspiración chuequeña y por tanto minoritario. 

El juego del Calamar, versión política (según cocina bipartidista).
Así que, como ninguno es capaz de producir, distribuir y exhibir por sí solo, para dar de comer al gusanillo, y a otros invertebrados, ambas productoras, en plan trust, se han vuelto a repartir la taquilla. La una, se dedica a la ciencia ficción, la animación, el arte y ensayo y el cine (pseudo)comprometido. Y la otra al género de catástrofes, el melodrama y la denuncia y el (falso) documental. La una acusa a los otros de querer hundir el mercado (o sea, España), y la otra a los unos de querer volver al mudo y el abracadabra. 

Es lo que podría llamarse 'nuevo bipartidismo asimétrico', de productoras de clase media alirrota y de ala caída, pero con monaguillo incorporado. La una, espoleada por las cineastas nuevaoleras de avant garde (pero con menos éxito comercial que Linch, o sea, para lincharlas), y la otra, con la ayuda de la moda invo-retro-camp que recorre Europa como movimiento, y que solo con ese apelativo ya da ictericia por aquí. Dos ententes para un mercado y un público que, al paso que van, ya veremos si pisa un cine.

De momento, solo decir que, mientras el Clan de los genoveses no saben si hacer el montaje del director con su película madrileña, porque si la cortan en plena exhibición, malo, y si la siguen dando tal cual en sesión continua, peor, DisneySánchez ha conseguido un éxito parcial con su productora sparring al conseguir que se apunte por fin, ella, tan contraria en su publicidad al monopoly del Régimen del 78, al apoyar el nuevo tracamundeo de cargos y el casting hecho entre ambas productoras nodriza, para el Tribunal Constitucional de esa gran película llamada España, y venderse a esas dos grandes distribuidoras con tal de poner un comensal (¿es vocal o bocal?) de su estudio a su mesa. Incluso dando por bueno al muy execrado bajo cuerda propuesto por el Clan de los genoveses -¿no será una concesión a la productora sparring de estos? Al tiempo-. No me extraña que con este mediocre panorama de estrenos, a la gente le haya dado por El Calamar ese. Al menos ahí se dan hachazos de verdad. O no.     

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