miércoles, 7 de septiembre de 2022

Patronas

 

Ignoro a cuántas niñas/os/es les han puesto este año el nombre de la patrona –hace uno o dos fue 0-. 

En general, y basta con mirar alrededor, el número de niñas con nombres asociados a vírgenes ha caído estrepitosamente, y no porque las vírgenes no se lleven –que también-, sino porque, conforme se perfila la sacralización de la mujer como paradigma de lo nuevo, los nombres conceptuales de bandera femenina desaparecen, y más aquellos que se refieren a lo que el patriarcado estimaba como cualidades femeninas, a su servicio, claro: Bendición, Inocencia, Consuelo, Consagración, Martiriana, Perfecta, Honorata o Cándida eran nombres tan objeto al expresar un deseo de devoción hacia lo masculino (disfrazado de sociedad,) como lo son ahora Libertad, Enya, Eider o África al apoyar la naciente hegemonía femenina. 

Al cabo, es desvestirse del signo que son los nombres relativos a modos de representación social subsidiarias femeninas, para vestir otros que reflejen su ansia de autonomía y empoderamiento. De darse de baja en la onomástica, esa tradición de santos ricos y bienllevados con el poder, erradicando de su relato oral esa otra conexión con un pasado marchito. 

Y las Puras pasan a Silvias,  las Remedios a Megan (qué remedio), a las Castas suceden las Susan, a las Inmas las Laylas, a las Adoraciones las Dorys (sea Day o Night), a las Cruces las Cruelas, las Mercedes se cambian por Koras, las Milagros por Peggys, las Presentación por algo que represente otra cosa, y las Virtudes por algún anacoluto. Todo lo que haga acepción al papelón femenino en el mundo pasado (pero no perdido) es dejado de lado. 

Algunos tan ambiguos como ambivalentes como Fe, Piedad o Pasión, tan precisos tanto en el tajo como en la cocina, persisten. Pero nombrar sigue siendo importante, y sigue siendo utilizado como arma, ahora para mutar la venerabilidad debida por otra merecida. 

Por eso siempre hay que estar ahí, tanto al pie del cañón, como del libro de familia. Y no perder nunca la Esperanza. Ni llamar a éstas Espes, ese diminutivo de mal fario. Y sobre todo no decir nunca Vicky en vez de Victoria, que hay que decir cantando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario