jueves, 29 de septiembre de 2022

Sin clase

A nuestros líderes –bueno, a los vuestros- les ha dado por adularnos piropeándonos como clase media, para camelarnos y, haciendo como si fueran uno de los nuestros (y muchos darían bien en una de Scorsese), los identifiquemos como Cosa Nostra y les compremos la mercancía para que su caja registradora siga sonando.

 Los peperos, tan caguetas, menos, por ese pijismo de no acabar de autoconcederse la calificación currante por llevar traje (o de dárselas de obrero pero con corbata, que es lo mismo). Pero los socialistas, sin vergüenza, afinan y nos mentan como clase media trabajadora, una doble adjetivación tan ilusoria como mendaz, pues ser ambas cosas a la vez es de nota –yo, a lo máximo que he llegado es a ser clase medio trabajadora-. 

Y no solo lo dicen como si fuera algo evidente e impepinable (o, con la inflación, impepinillable), sino como si la hubieran creado ellos mismos. Se ve que no existieron el franquismo y su obsesión –la misma de ellos- en negar las clases y sus conflictos, intentando generar, aunque sea en el imaginario colectivo, esa gran clase social fantástica con la que identificar, muy libérrimamente, el pueblo, eso que ahora llaman conjunto social (aunque no sepamos quién toca la batería y quién el bajo), al votante universal. Pero a buenas horas. 

Porque con la clase media pasa igual que cuando Rosa Montero, entrevistando a Botín padre, no hacía más que preguntarle sobre los ricos, hasta que éste se mosqueó y le exigió que concretase, “porque ricos, lo que se dice ricos, habemos muy pocos”. Pues con la clase media, e incluso la que dicen trabajadora, tan escasa ya y tan enajemizada, tan fuera de sí (y por supuesto de mí), lo mismo. 

Porque si hay una cosa que no falla es eso de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”, y cuando tanto se nos apela a cumplir como lo que somos, es que ya no sabemos lo que somos. O, aún peor, ya no somos nada. Ni trabajadores, ni media, ni clase. Solo contribuyentes, consumidores o votantes (o pacientes sin médico). Solo plebe. Y, recordando a Tito Livio, la plebe, o sirve con humanidad (de momento) o domina con soberbia (mira Italia).

 

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