jueves, 1 de septiembre de 2022

Como la vida

 El cosmos ha tenido a bien regalarnos una estación más al año. Y ya van cinco (por el c… te la hinco). Para que luego nos quejemos del cambio climático.

Bueno, luego no; ya mismo, que para eso es el clima, para joderse. Aunque admito que el veroño tiene ese no sé qué, como la Hepburn o Rossy de Palma (además de las dos eses, quiero decir) que te resulta familiar y raro, que es lo mismo; turbio y celeste, coñazo y adictivo, como la vida misma. 

El veroño, así, a lo tonto, ha venido a ser el entorno ideal, como una puesta en escena de Linch, ese creador de atmósferas, pero en atópico y con mosquitos regusto del verano; como ese ambiente interior vanamente respirable de vehículo con ambientador de coco pasado, semen, sudor y limones boticarios. La estación que más pega con este fin del mundo inacabable, este prodigio de mierda recalentado y subnormal que tanto nos da de vivir. 

Un mundo que ni fu ni fa, tan viejo y reinjertado, tan apócrifo como nuevo, tan esforzado como inútil, tan adventicio como elaborado, que si necesitaba una estación identificativa, ya la tiene en esta nada con burbujas que ni es una cosa ni la otra, ni el fin ni el comienzo, ni pecado ni virtud, ni chicha ni limoná, ni puta ni santa, pues para eso discurre entre virgo y libra y en pleno estiaje de todo, de sudores, de sentimientos, de anhelos, de poemas. Como el año puesto a escurrir. Y a ocurrir otro. 

Sumisión química universal: botellonazo en la Feria
De ahí sus sequías, tan recurrentes para todo tipo de dictadores, viejos, nuevos y sus televisiones. Y sus roturas de aguas, sus avenidas, sus ramblazos, sus gotas frías, ahora Danas, aunque en mis tiempos la única gota fría o Dana era la gota de anís, con sus sudores gélidos de muerte –la de coñá era como más telúrica, más pedestre-. 

Era nuestra particular sumisión química, que ahora, y pese a haber tanta gente sometida todavía al póker de cubatas, define algo que solo es terrorismo, y que si tanto preocupa a las autoridades es por la competencia que representa para el monopolio del sometimiento (de la mujer o de lo que sea) por el poder, que ocasionalmente va de bueno. Como el veroño. Como la vida misma. Como para fiarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario