viernes, 26 de mayo de 2023

Tribales

 

El 22 de mayo de 1996 el Marca llenaba su portada con un hirsuto Seedorf recién comprado -palabra típica del vocabulario deportivo-, y el titular: “Seedorf ya es blanco”. El bien pigmentado centrocampista había sido pasado por las arcas madridistas, que en cuanto a blanquear (jugadores) no tiene igual, superando al mismísimo Ariel, que no lava más blanco que el Madriz ni de lejos. 

Pero aparte el macabro chiste, y aun siendo Santa Rita, y lo que se da no se quita, la nueva, legítima y merengue adquisición -otra palabreja no menos ignominiosa del mundillo- siguió igual de negro. Pero eso tampoco era racismo, sino periodismo creativo. 

Dicho lo cual no creo que analizar desde el racismo lo de Vinicius en Valencia sea lo más idóneo, pese a ser un componente importante de la fórmula con que cualquier pitador habitual de estadio (que también podemos llamar hijopita), se desenvuelve. 

El enfoque sería más bien lo tribal, ese paraíso perdido, o  tiempo perdido, no sé, que millones de personas buscan, en vez de en su interior (ya que no han leído a Proust, ni falta que hace), en la algarabía de un estadio, y encontrándolo en una identidad de masa tan fugaz como surrealista (y sin identidad), que va a golpe de pulsión, desde la gloria a la infamia. Y total, para hacer hambre suficiente para tomarse después una de calamares, pues los gritos abren el apetito, y más si son contra quien uno se sacude el miedo atávico: el enemigo de la tribu, que eres tú mismo, cuando eras negro, por supuesto. 

Y luego decimos que Vinicius, que solo por llevar el nombre (o eso espero) del insigne De Moraes, ya merece un respeto, hace muy bien en enfrentar el pifostio. 

Pero Henry Kissinger, ese artista del oprobio y la contradicción humana, que mañana cumple cien tacos, y que dejó dichas frases como: Los políticos corruptos hacen que el otro diez por ciento sea mal visto; o, Los temas son demasiado importantes para dejarlos a los votantes, también dijo que un diamante es solo un trozo de carbón que soportó una presión extraordinaria. Y Vinicius podría haber sido más diamante todavía, si hubiera pasado algo más de tanto imbécil. Digo yo.

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