miércoles, 9 de agosto de 2023

Pasados

Por paradójico que parezca, conforme caemos en la vejez -ese es su verbo-, más que sin futuro, lo que nos quedamos es más bien sin pasado. Desde que el poder va de bueno, y te acicatea con la zanahoria de la esperanza de vida creciente, el todavía eres joven, la filosofía parda de que hay que vivir el presente y el carpe diem, el pasado pasa a ser un terreno abandonado por sus coetáneos, tan embebidos en vivir el momento cada cual a su aire (y desde el covid, más), y perdido de maleza y solitario se convierte apenas en una borrosa memoria virtual tan individual y subjetiva como sospechosa. 

Por algún motivo el pasado de los que aún podemos recordarlo juntos, por ser todavía muchos, no interesa. Y sin embargo, se hace todo lo posible por aparentar la recuperación de una memoria común que sea tan asumible entre generaciones como edificante. Solo que tal memoria no está en el pasado sino en el presente, pareciendo más bien una visión del mismo a partir de hechos pretéritos más o menos relevantes e idealizados, con los que se elabora un relato, una peli (basada en hechos reales, que se dice) contada con un forzado lenguaje actual para hacerla entendible, aunque esté ligada (y esa es otra maña que se exhibe como valor) a un tramo específico de población mínimo y deslavazado casi desaparecido, cosa que impide tanto la puesta en común -que no es lo que se persigue, sino su injerto en las generaciones más nuevas- como el debate de sus lagunas. 


Todo lo cual facilita la erección de ese pasado concreto -leyendas incluidas, que la escasez de testigos favorece- como único referente al que retrotraernos todos como sociedad. En esa impostura básica radica la memoria histórica que para funcionar necesita, de un lado centrarse en una época, prácticamente no recordada (ni requerida) -lo cual puede ser un buen comienzo según para qué-, y de otro ignorar hasta erradicar otros pasados como pueda ser el de los hijos de esa época “heroica”, de la postguerra y después -el de los nietos apenas si existe, y está todo en internet pasado a cuchillo por la wiki, ese otro poder-, un pasado 
más accesible por cercano y vívido por más compartido, y seguro que igual o más aclaratorio para los más jóvenes. Pero no.

 Quizá sea para no opacar el gran objetivo de que todo gire en torno a un tiempo y una gente ya desaparecidos y, por lo tanto, del mito, ya que en esto, los políticos hacen como el editor de El hombre que mató a Liberty Valance: "cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda". O igual tienen razón y es que todavía somos muy jóvenes para contar(nos) batallitas que sirvan de conexión entre aquel tiempo tan adorado por perdido (y hoy a la recherche) con el de los que aún no tienen prácticamente ningún pasado, y, al paso que vamos, no tendrán otro que el que les quieran contar. 


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