viernes, 3 de noviembre de 2023

Trayectos

 

Antes se dedicaban a jodernos la infancia, que es la única edad para la que estamos preparados. Mayormente no lo hacían aposta. A ellos los jodían y ellos a nosotros. La rueda de la jodienda. 

Te ponían a jugar a “ayudar”, y al llegar la pubertad ya eras eso hoy tan en voga, un fijo discontinuo, por la costa, o sea por la cara. Y como enano que eras te lo pasabas en grande. Y tenía sus ventajas. Así, de adolescente no te querías suicidar, como ahora, pues solo pensabas en matar a tus padres (y otras víctimas colaterales). 

Y como tampoco estabas preparado para ser púber o adolescente, no te perdías nada. Con el plus de buscarte la vida enseguida, al estar metido ya en lo productivo. Lo cual no solo te ahorraba una juventud disipada, para la cual es obvio que nunca nadie ha estado preparado, sino que, además, te zampaba de golpe en la madurez, los niños, las responsabilidades, hecho un hombre, todo aquello que estaba chupado y te comías con patatas y que, al cabo, ya viste que eras un fake, una estafa, pues no tenías ni puta idea y el motor era la inercia, pues al llegar los cuarenta te creíste un rato más joven, ese no puedo ser yo, y te las seguían dando por todos lados, ya que tampoco estabas preparado. 


Ni para la adolescencia de tus hijos, ni para la vejez de tus padres, ni para soportar el gatillazo, ni el rap. Un joven viejo obsesionado por no ser un viejo joven, que ni siquiera era ya O.K. para el trabajo, ese asesino, aquella cosa de ciudad que tras las peonás infantiles resultaba un chollo, cobrar por un pasatiempo. Y al poco viste como esa crueldad que llaman la mediana edad, que como “la mediana” ya iría bien servida, era otro campo de ignorancia absoluto, junto a la enfermedad, el desamor (siempre en otros), la incertidumbre de lo vivido y la ansiedad por la cara B del disco en marcha. 

Y al fin la vejez, la madre de todas las negaciones, la vida como eufemismo, y por tanto tan esquivada, tan inasequible, ese examen para el que en teoría hemos estado estudiando toda la vida y acudimos a él en blanco, resultando ser Pedro Navaja, matón de esquina. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay, Dios... Parapaparadapapapapa...

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