jueves, 21 de diciembre de 2023

Batallitas

 

La cosa no viene de ahora. En el principio era el verbo, y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y no es que nos la dieran frita con ajos, sino que nos la metieron hasta la bola.

Fue cuando vieron que podían hacerse con todo, instituciones, administración, empresas, bancos, periódicos, sindicatos, todo, y usarlos a gusto. 

Y ya corrompido el nuevo régimen, los otros, qu

e echaban de menos tocar pelo, se pusieron en modo demócrata, cuando aún podían nombrar la corrupción y, ya puestos, qué menos que fuese democrática, o sea a repartir. Y hasta hoy. 

Aunque ahora estamos con lo del estao de derecho, en plena batalla de la amnistía, con la justicia como trinchera, arsenal y recluta. Y pidiendo intervenir a Europa, unos contra la arbitrariedad dictatorial del gobierno, y otros contra la dictadura derechista de ir de ultraconstitucionales. 

Una batalla cultural de propaganda de calibre, con la paradoja de que unos pretenden ser los nuevos revolucionarios anti daños acumulados por la tiranía progresista (que los hay), y otros los defensores de las esencias revolucionarias antifascistas, que hace mucho olvidaron. Y venga revoluciones. 

Pero el que la gane en la opinión pública, pues esta batalla no se ganará en los tribunales, por muchas sentencias y autos que se emitan, sino en la red y, a mucho meter, en las teles, con mensajes típicos de artillería moderna, cohetes, drones y flashes, -y las reflexiones para el gato-, ése se colocará bien en la parrilla de salida electoral. Por eso Europa no se va a pringar. 

Y eso que el invento funciona sobre dos patas impepinables: el estado del bienestar, que no es el caso, y el de derecho, que sí. Y ellos están para garantizarlo, pues el garantismo es su mantra para cualquier movida nacional, y a la que pueden ir de buenos se movilizan, como con Puigdemont

Pero cuando huelen lío, el garantismo lo delegan (en este caso en Sánchez), pues si lo hacen ellos solo puede ser para desautorizar a sus delegados, y por tanto para censurar y señalarlos. O sea, ponerlos en la picota. Y eso sí que sería revolucionario, que es de lo que más huye Europa. Así es que, menuda nos espera.

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