miércoles, 6 de diciembre de 2023

El salvador


Y no va por Cristo, sino por quien puede acabar montando uno de carallo, y sin más vela en este entierro que el mechero proporcionado por sus pagadores para dar lumbre, y tabaco, si se tercia -los mirones están para eso-, a los protas de ese cafiolo con pestuzo a quilombo de campanillas que se han montado en Suiza para putear(nos). Lo que se dice un mero cafiolero del encame por conveniencia. 

Y cobrando. Pues alguien dispuesto a meterse por medio y separar a dos que riñen a muerte, jugándose la vida, sin más armas que su lengua melosa cañiazucarada, o es un locatigüisqui o cobra de lo lindo, y a lo mejor lo consigue. 


Y si además quien lo ha buscado es ZP, el de la alianza de las civilizaciones, para hacer de árbitro entre dos mundos tan
dispares e incompatibles como España y Cataluña, dos culturas en guerra abierta, o así se desprende de lo dicho por este caimán centroamericano, avalado por ser del estado fallido por excelencia, este correveidile de los hijos de Sánchez y otros hijos de, este chalán logrero y jeta, espíritu cándido, la manita inocente de la rifa, este imparcialeches vendepeines y demostrado buen ojeador de timbas y meódromos de altura, en alerta profesional al garroneo y a lampar por los cohechos con más olor a billetera, este otario, este humanista, que ha declarado, el muy huevos de oro, que lo más difícil de todo va a ser lo de después, cuando haya que construir la paz (y que los españoles puedan al fin ir a Cambrills sin que les quemen la sombrilla, y los catalanes a Murcia sin que les lancen un cóctel molotov al pedir una limoná, supongo). 

Yo no sé dónde se cree que está este cabrón. Bueno, sí, en el paraíso de las cuentas opacas, y va a intermediar lo suyo el muy liendre, en pos de una (si no la tiene ya), o sea, callar, compadrear, alcahuetear, tergiversar, poner el cazo. Y con su boquita dulzona nos relatará al chaucherío y la charamusca cómo nos salvó del holocausto ibérico (¿jamón o paleta?) que se nos venía encima. 

Y así, como en todas las guerras, aprenderemos algo más de geografía, y cuando nos digan El Salvador, ya siempre diremos sin dudar: ¡capital, San Salvador! Ole.

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