jueves, 28 de diciembre de 2023

Colonias

 

El perfume masculino de más éxito es el Sauvage de Dior. Empieza oliendo a pimienta y bergamota de Calabria -si es de Nerpio no vale-, y al final a geranio, lavanda, pimienta de Sichuán, elemí (que ni me suena) pimienta rosa, vetiver y pachulí,

con fondo de cedro, láudano y, ojo, ambroxán, que es un sintético que sustituyó hace cuatro décadas al ámbar gris del cachalote en las fragancias de mujer, y que se supone que es como el componente animal, el espermaceti ancestral, que lo lubrica todo, humedece hasta los metales y penetra en los resquicios más pequeños; o el punto feromónico tanto del portador como del receptor. 

Y con fama de efectivo, o será la sugestión, y al precio que lleva, más vale que funcione. Porque, como dura de dos a tres horas, entre que llegas, haces el paseíllo, efectúas la rueda de reconocimiento, eliges agraciado/a/e, echas las cangrejeras, haces la rueda del pavo, le das al trago largo (que no es ninguna de Bogart) para acorralar el cortejo, despejas a las hienas, riñes con el camarero, metes gambas, te ensucias los zapatos, y otros acontecimientos indeseados, y el pestuzo del antro a todo lo divino y lo terráqueo, tú ya no eres un ser Sauvage, sino el más pringao entre mil. Y tú, que te creías un ente único, aunque no sabías si como Johnny Deep (al que siempre lo han acusado de guarrete, y es que tres horas es poco para los menos aficionados al eau que a la cologne), o como Mbappe, otro punto, y que son los dos figuras que lo representan, cubriendo así toda la gama de la pradera humana, desde el nenuco y el culito bebé blanco hasta el varón dandy de frasco de litro tirando a sabana. 


Ellos son los dos menswear de la cosa. O elegidos para cobrar por oler, lo contrario del resto de mortales, y por eso siempre olíamos mal, o sea a otras cosas. Tú los ves en la tele, y huelen. Porque la tele huele. Aunque no lo parezca debido al batiburrillo de fragancias (y mojones) en emisión. Pero nuestra pena no es esa, sino saber que, así nos gastemos una herencia en feromonas aéreas, nunca seremos un menswear, o sea el prototipo que las lleva. Más bien unos porras, o sea, tirando a churros.  

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