jueves, 26 de septiembre de 2024

Duelo en t.v. Corral


Lo de Motos versus Broncano, no es que me dé bronca, dicho en argentino; es que da grima, asco y ganas de llamar a los israelíes -o mejor no, pues se cargarían a la población infantil, que apenas ve la tele-. Esta basura bipolar, bloquista y frentista de salón, que se quiere sea el gran debate nacional, en la tradición más dosespañista del Joselito/Belmonte, anís contra coñac, conejo o pollo, la intrahistoria, que dicen los tardo unamunescos, o solo tardos, define al español memo, o sea medio, la intraespaña, y es otra ful. 

De nauseabundo, odioso y vírico, y más infra que intra, es patético. Solo muestra el gran marrón, el fiasco insuperable en que estamos, un tópical spanish que no merece otra homilía que nadie oirá, pues el mundo será un puro merdasquero, pero nadie quiere renunciar a sacar su cucharada de plasta mando a distancia en mano, por si se la quitan, pues, como dijo Woody, la vida es una mierda, pero dura tan poco… Sobre todo en antena. 

Y es que parece que fue ayer que nos clavábamos truños abominables creyendo que jamás igualaríamos tal ingesta fecal. Pero todo cambia, y la mierda más, pues es más plástica, el arma ideal de destrucción masiva. Y dispersarla a tutiplén la mayor tentación. Y facilísimo, con el inmenso mercado de coprófagos imperante. 

Si hasta al pobre Psoe lo han hecho volverse coprófilo, militante de la alienación y estandarte de la subcultura neoliberal. Y a ver qué culpa tienen ellos de que la gente pida más y más -y ahora unas guindas de pesticida cerebral, por favor, pero del bueno, del más cool, del genuino de izquierdas, mami-. 

La culpa es de la extrema derecha, que ha malcriado al público con fango y carroña. Y se han visto obligados a contraprogramar a la ultraderecha del lodazal televisivo con un engendro similar, pero, eso sí, progre de última moda, sacando gente más enrollada (¿con quién?), chistes populistas de otro tono, y sobre todo porque ellos lo dicen. Que son neoliberales, pero de izquierdas, eh, un respeto. ¿O es que no sabían que eso existía? Y que para eso está lo público. Para imitar y emitir más basura y competir por el share, a truñazos. Anda, paga impuestos, paga. 


viernes, 20 de septiembre de 2024

Tiempo de crepusculos (2005)

 

Cada noviembre simultaneo el manto del azafrán con la recaída en esa gallardía estéril de querer comprender –pues aún no he llegado a esa edad de Fernán Gómez de estar hasta los cojones de comprender– cómo vivimos de pendientes de cosas que en realidad no existen, que incluso cultivamos el afán de su creencia, tal vez huyendo de una realidad tan irreal como la que se nos impone, yendo de la sartén de lo virtual al fuego de lo sólo verosímil, inermes frente a lo casi inerte, al mando de una felicidad malva como esa flor empeñada en anunciarnos un tiempo, más que de difuntos, tordo y radical, un tiempo de crepúsculos, que es como más gótico y matizado.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

El begoñazo

 

Begoña Gómez ya no es una mujer. Ahora es la reencarnación de aquellos garrotes de Goya con los que pintaba a los típicos paisanos fratricidas matándose a bastazos. O, si se quiere más folclórico -y más acorde con la política guiñol, la única, y abandonad toda esperanza-, la estaca del Chacolín con que el títere bueno tundía a galletazos a la bruja o al canalla de turno. 

Yo no sé cuándo pasó de un estado a otro, del gas glamuroso a la solidez de la sospecha y dejó de ser esposa para ser mujer y no morir en el intento, más difícil aún que discernir el paso de niña a mujer, que ni Julio Iglesias sabría decir. Pero lo que sí sabemos es que, ya caracterizada como primera mamporrera del reino, desinhibida la muchacha como conseguidora á la page -no a lo Page, que no sé si es peor-, y presa de su utilización como arma arrojadiza, o disco volador de mano en mano, y ya veremos si como falsa moneda, aunque eso será ya lo de menos, el caso es que la guerra cultural a begoñazos de los pseudomedios de ambos bandos han hecho de ella un icono nada edificante, creando en la opinión pública una imagen que ya será muy difícil borrar, cual es, ni más ni menos, que las mujeres, metidas en política, como en tantas otras cosas, tampoco son muy de fiar. 

Lo cual deja a la paridad y la igualdad a la altura del betún. Porque resulta que el grito aquel del 15-M (que Dios guarde) y tan torero de “¡¡dejadlas solas!!, lo único que ha dejado claro es que ellas caen igual de rápido en el estraperlismo, la incoherencia chapucera y la corrupción. Y si no, he ahí las podemitas, desprestigiadas hasta la médula, sin poder levantar cabeza. 

Una visión que se extiende, a begoñazos, por entre la gente… y entre las mismas y ya casi canceladas adalides de la revolución desde el feminismo radical, cuya sororidad frente al Begoñazo (que con la contraofensica del marido ya huele a coñazo), consiste en callar, como tantas veces cuando no les atañe personalmente, y otorgar el dicho de tantos de ‘eso le pasa por meterse a manifacera’. 

Si eso no es como decir que las mujeres también son unas mindundis de lo público, que baje Clara Zetkin y lo vea. 

lunes, 16 de septiembre de 2024

Ficciones y contradicciones: Contribución a la crítica de la ecología política (para un planeta más justo, naturalmente) Post-it 30

Preámbulo para inadvertidos

(Prólogo del propio autor aparecido en una edición pirata de un cómic con supuesto guion suyo, que por lo gratuito, expresivo y a mano es el más utilizado)

 

 

Siempre me he considerado un científico antes que un hombre de letras. Lo que quiere decir que no tengo palabras, y las que tengo las emplearé para auto denigrarme. ¿Por qué? Porque soy un zape, un pobre desgraciado.

Esto, dicho así por alguien que se autoproclama servil para una sociedad que lo considera el mayor de sus engendros, puede resultar cínico. Que si mis padres vieran en lo que me he convertido, ya no venderían su par de mulas para poder matricularme en la facultad de Ciencias y ser algo en la vida, sino que me uncirían a la yunta como otro acémila más, aún a sabiendas de que entre ellas sería como un tercero en discordia. Después de todo, su conocimiento sobre mí es superior al mío propio, aunque inferior a mi desconocimiento de los demás, y así sucesivamente. Por eso me metí a farandulero y escribí de lo que no sabía, echando mano de mi fantasía para expresar mi pulsación científica. Y así me fue.

viernes, 13 de septiembre de 2024

Reiniciar

 

Parece una gorrumbada, pero, cuando un modo de vida se agota, la experiencia, y no el tiempo, siempre corto, resulta ser el gran escollo para volver a empezar -el famoso begin the begine, sea por Artie Shaw, Julio o Garci-. Resetear, que ahora se dice. El mundo siempre ha funcionado al revés; al joven se le exige experiencia para trabajar, y al viejo no tenerla para emprender otra vida, que siempre es nueva. 

Y es que, haber vivido es una gran desventaja para aprender. Pero más que como un idioma que no le puedes hincar el diente porque tu propia lengua, castradora y absoluta, no te deja meterte en él, es la propia mirada que, como una catarata vítrea, se interpone a modo de barrera entre lo que dejas atrás y lo que viene. Y confundir los verbos recomenzar y reanudar no ayuda. 

La reanudación suele imponerse como mal menor en la negociación entre el interés por lo nuevo y la conservación de lo viejo, y la inercia, la corriente hacia el pisadero, prevalece, pues la victoria es ruptura, y no hay parto alegre. Y lo que faltan son ojos nuevos, esos por los que entra la luz de la mañana. Eso que, cuando niño, es un proceso natural, recibir, encajar, comprender, prueba, error, tesis, antítesis, síntesis, todo viene solo, alegre (aunque sea entre lágrimas) y vivo. Y la vida transcurre (o transcurría) como una rutina de aprendizaje constante, de asimilación y olvido, apenas consciente, que una vez se rompe a cierta edad, cuesta reemprender sin esos ojos. 

Con los de segunda mano de después de la fractura, cuando se pone en evidencia el viejo dicho, para entonces ya obligatorio, de “muriendo y aprendiendo”, extiendes tu mirada tratando de exprimir lo que queda del día y experimentas una sensación de dejà vu, de patética revisitación que te echa para atrás sin querer pasar a entender. Lo decía Fernán Gómez: “estoy hasta los cojones de comprender”. 

Solo que en vez de pedir la devolución de la cuota del quizás (pen)último curso, vas y miras al sol (con la debida protección, eh) porque cada día sale distinto, según Heráclito -¿o era el río? ¿el de la vida?-. Y a la noche, pues…, que le vayan dando, porque siempre es la misma.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Retóricas

 Que los jueces se metan a políticos no es más que una redundancia aberrante.

Nadie es perfecto

 

Puigdemont es de los pocos que, con tal de mentir a los catalanes, nos suelta verdades como puños a los españoles.

Una de cal


Por estas fechas me suele venir el recuerdo de la cal, de la piel de muchas casas de entonces, que siempre andaban pidiendo un enjalbiegue. La nota de color la ponían los zócalos, sin zolochar, aquel primitivo gotelé, que pintaban con azulete y cuyos degradados jamás vendrían en el catálogo universal Pantone. Y al ser rabisalsero y metijaco me tocaba remover los terrones del caldo caña en mano y salpicado de churlitazos hasta el cogote al tazón y la cara bruñida, y que no decayese. 

No es que el torrezno veraniego nos licuase las meninges. Era simplemente que, al borde de la Feria, el consistorio eximía de la tasa por pintar. Y claro, ante tal generosidad, salían a relucir las brochas para dejar el erial asorratado de la ciudad alcalina, hecho un pincel. Aunque a veces, con los nublos, el agua volviese terroso el blanco recién dado, o destiñese los zócalos dejando las fachadas como una cara añil tristona a cuyos ojos esperanzados se les hubiera corrido el rímel con las lágrimas de la lluvia. 

Esa misma lluvia que una vez más volvía para llevarse al infierno de vacaciones -10 días,10-, y anunciar la alegría, como la vida misma. Si bien la alegría ya estaba. Éramos nosotros, tan ajenos a lo viejo, como siempre han sido los niños, y tan prestos a la novedad, que era en sí misma la Feria. Algo que ha cambiado con los años. O será la perspectiva de la edad, que la ve como vieja y repetitiva, y plasta. 

Sea como sea, la Feria ya no es tanto de los niños como del adulto pueril. Más una regresión que un descubrimiento; más abigarrada que alborea; más variopinta que inocente. Y aun así siempre tiende a ese blanco infantil sobre el cual es más fácil y claro escribir esos primeros reglones de la sorpresa, el asombro y la emoción -y la alegría- de lo nuevo, de lo cual sus pregoneros naturales son los niños -y las niñas, venga…-. 

Y, ya puestos, también deberían ser sus pregoneros oficiales. Vamos, que dieran el pregón. Siempre sería mejor que esas soflamas de chorradas semi poéticas y pomposas -como esta misma- que suelen acaecer. Solo es cuestión de intentarlo. Como la Feria. Como la infancia. Como la vida.