miércoles, 18 de septiembre de 2024

El begoñazo

 

Begoña Gómez ya no es una mujer. Ahora es la reencarnación de aquellos garrotes de Goya con los que pintaba a los típicos paisanos fratricidas matándose a bastazos. O, si se quiere más folclórico -y más acorde con la política guiñol, la única, y abandonad toda esperanza-, la estaca del Chacolín con que el títere bueno tundía a galletazos a la bruja o al canalla de turno. 

Yo no sé cuándo pasó de un estado a otro, del gas glamuroso a la solidez de la sospecha y dejó de ser esposa para ser mujer y no morir en el intento, más difícil aún que discernir el paso de niña a mujer, que ni Julio Iglesias sabría decir. Pero lo que sí sabemos es que, ya caracterizada como primera mamporrera del reino, desinhibida la muchacha como conseguidora á la page -no a lo Page, que no sé si es peor-, y presa de su utilización como arma arrojadiza, o disco volador de mano en mano, y ya veremos si como falsa moneda, aunque eso será ya lo de menos, el caso es que la guerra cultural a begoñazos de los pseudomedios de ambos bandos han hecho de ella un icono nada edificante, creando en la opinión pública una imagen que ya será muy difícil borrar, cual es, ni más ni menos, que las mujeres, metidas en política, como en tantas otras cosas, tampoco son muy de fiar. 

Lo cual deja a la paridad y la igualdad a la altura del betún. Porque resulta que el grito aquel del 15-M (que Dios guarde) y tan torero de “¡¡dejadlas solas!!, lo único que ha dejado claro es que ellas caen igual de rápido en el estraperlismo, la incoherencia chapucera y la corrupción. Y si no, he ahí las podemitas, desprestigiadas hasta la médula, sin poder levantar cabeza. 

Una visión que se extiende, a begoñazos, por entre la gente… y entre las mismas y ya casi canceladas adalides de la revolución desde el feminismo radical, cuya sororidad frente al Begoñazo (que con la contraofensica del marido ya huele a coñazo), consiste en callar, como tantas veces cuando no les atañe personalmente, y otorgar el dicho de tantos de ‘eso le pasa por meterse a manifacera’. 

Si eso no es como decir que las mujeres también son unas mindundis de lo público, que baje Clara Zetkin y lo vea. 

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