viernes, 13 de septiembre de 2024

Reiniciar

 

Parece una gorrumbada, pero, cuando un modo de vida se agota, la experiencia, y no el tiempo, siempre corto, resulta ser el gran escollo para volver a empezar -el famoso begin the begine, sea por Artie Shaw, Julio o Garci-. Resetear, que ahora se dice. El mundo siempre ha funcionado al revés; al joven se le exige experiencia para trabajar, y al viejo no tenerla para emprender otra vida, que siempre es nueva. 

Y es que, haber vivido es una gran desventaja para aprender. Pero más que como un idioma que no le puedes hincar el diente porque tu propia lengua, castradora y absoluta, no te deja meterte en él, es la propia mirada que, como una catarata vítrea, se interpone a modo de barrera entre lo que dejas atrás y lo que viene. Y confundir los verbos recomenzar y reanudar no ayuda. 

La reanudación suele imponerse como mal menor en la negociación entre el interés por lo nuevo y la conservación de lo viejo, y la inercia, la corriente hacia el pisadero, prevalece, pues la victoria es ruptura, y no hay parto alegre. Y lo que faltan son ojos nuevos, esos por los que entra la luz de la mañana. Eso que, cuando niño, es un proceso natural, recibir, encajar, comprender, prueba, error, tesis, antítesis, síntesis, todo viene solo, alegre (aunque sea entre lágrimas) y vivo. Y la vida transcurre (o transcurría) como una rutina de aprendizaje constante, de asimilación y olvido, apenas consciente, que una vez se rompe a cierta edad, cuesta reemprender sin esos ojos. 

Con los de segunda mano de después de la fractura, cuando se pone en evidencia el viejo dicho, para entonces ya obligatorio, de “muriendo y aprendiendo”, extiendes tu mirada tratando de exprimir lo que queda del día y experimentas una sensación de dejà vu, de patética revisitación que te echa para atrás sin querer pasar a entender. Lo decía Fernán Gómez: “estoy hasta los cojones de comprender”. 

Solo que en vez de pedir la devolución de la cuota del quizás (pen)último curso, vas y miras al sol (con la debida protección, eh) porque cada día sale distinto, según Heráclito -¿o era el río? ¿el de la vida?-. Y a la noche, pues…, que le vayan dando, porque siempre es la misma.

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