jueves, 16 de enero de 2025

La mirilla

 

A veces me da por leer a algunos colegas, no sin cierto pudor entrometido, y no para juzgar, curiosear u otra banalidad herrumbrosa, sino para ver en qué estado de entropía (o entropeao) me encuentro. 

Como es de ley, paso de laudatorios, tiralevitas, obvios, bienpagaos, militantes, y profesionales de un solo macarrón, pero cortado a trozos; y bajando (o subiendo, quién sabe) a los que escriben de todo, me centro en los de mi liga, pues es importante saber dónde juegas. 

Y veo que hay quien aún pretende describir la actualidad. Cuando la actualidad ya no existe; fue ayer. En la facultad se nos decía una frase, una americanada, de que el periódico de ayer es la cosa más vieja del mundo (aparte de Biden, supongo). Y tenía su sentido, pues la información siempre está trabajando en otra cosa, lo del día. Un trabajo que, a las velocidades de hoy, o es instantáneo o no es. 

De ahí que, medios de información, solo son los que pueden permitirse esa instantaneidad, y el periódico más viejo del mundo sea el de hoy. Por eso el periodismo quizá más arriesgado sea no hablar de lo del día, esa desatinada obcecación, pues saldrá mañana, nada menos o, a mucho tirar, en horas, el pasado reciente; sino de la época, lo cual implica anticiparse, lo que va a pasar, como es la oferta cultural (siempre que no yerren el día u otra cosa), o la televisiva, o el tiempo o el artículo literario. Cosas con futuro. 

Y que la noticia, más que explicar lo que pasa, mejor deje constancia de lo que viene pasando, el transcurrir estirado en el tiempo, que modula hasta convertirse, y a la gente con él, en otra cosa, eso imperceptible que solo es posible seguir y acotarlo a toro pasado. Algo que, aunque parezca lo contrario, resulta mucho más fácil en la prensa que en internet, prisionera de su propia volatilidad, ofreciendo así evolución, devenir y perspectiva. 

Una panoplia que, lejos de resultar un trabajo detectivesco, solo consiste en estar ahí para ir contándolo. Pues presentir el mañana es adivinarlo. Cada cual desde su mirilla. Y repasándolas de vez en cuando, algo consigues vislumbrar. Lo cual, en los tiempos que corren, no está mal del todo.

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