jueves, 2 de enero de 2025

Fun, fun


Pasado el ecuador navideño hecho a golpe de colonias, bombones y ligueros, y renacida la esperanza de sobrevivir al cardiochristmas (o buenos días, infarto, que cantaría Billie Holiday), ese efecto de riesgo compuesto por el estrés celebratorio, las vacaciones médicas, la insolvencia sanitaria y el abuso de sustancias, que igual es una leyenda urbana, aunque sobrevivir a ellas sea otro alarde digno de celebración (con más sustancias), estás en ese momento en que, como el recuerdo en compañía es gasolina para la vida y el recuerdo en soledad combustible para el infierno, no sabes en realidad si las navidades son un bálsamo, un ungüento feliz o una hiel de vinagre y sal sobre la herida. 

Y dudas si el gran auto sacramental español, la gran farsa nacional por excelencia, con su interpretación mundana pantagruélica y desorbitada, ya sea de lo sacro o lo profano, es encuadrable en el género negro o en el gore, o si es un híbrido entre lo psicomáquico y lo psicocómico, y en cualquier caso temible navidad. 

Menos mal que para entonces los telediarios ya no dan noticias de Papá Noel ni de sus renos -aunque los Reyes también se las traen-, como si los noticiarios los vieran los niños, aunque sí los adultos que, adoptando la impostura que se impone en las fechas, con la infantilización y la sodomización cerebral a mansalva por montera, degradándose, no a niños sino a tonticos de baba sobrevenidos, afloran al personaje (confundido hace tiempo con su persona a base de telediarios y tertulias), para celebrar con esa regresión, entre vomitonas a lo Monty Python, de comida, de euforia, de frustración, de aburrimiento, de nada, que la cabalgata sigue adelante desde hace más de un mes, desde noviembre (y lo que queda), mes antes de muertos y ahora de vivos. 

Todo sea por los niños. Que, si así fuese, Emil von Behring debería ser más celebrado que Santa Klaus. Para concluir que con la Navidad pasa lo dicho por Jack Palance en Los profesionales: nos quedamos porque tenemos fe (o simple curiosidad), nos marchamos porque nos desengañamos, volvemos porque nos sentimos perdidos, morimos porque es inevitable. Como la vida misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario