Al parecer, todo el mundo sueña. Así, sabemos (por W. Allen) que hasta los seductores tienen sueños; que (según Galeano) las pulgas sueñan con comprarse un perro; o que (por P.K. Dick) los androides sueñan con ovejas eléctricas.
Hay incluso quien sueña con que caiga Sánchez, pero hasta la misma pesadilla diurna, que es por cierto el único sueño que un adulto se puede permitir con luz solar -menos los del PP, que parece que lleven siempre la LED puesta-.Y es que, con los años, sea por ahorrar energía o evitar ser iluso (que es estar equivocadamente iluminado), se deja de soñar de día, o despierto, ese lujo que es casi monopolio de la juventud, por tener tiempo sobrado y ningún otro capital, o de quien tiene hambre, que siempre es joven, y ve bocadillos de jamón de bellota por doquier.
Y pasas a hacerlo cada vez más, no durmiendo, para no desperdiciar, sino en ese estado tan típico del sueño viejuno entre dos limbos o mundos, indefinido de galvana o modorra intensa, como de viaje con Calleja, en esa 3ª Fase en que no sabes si estás vivo o viendo un telediario o comiéndote algo de cocina fusión. En ese estadio, llamado fase MOR (¡Condemoor!), se puede llegar a soñar más que en el Bernabeu.
Yo, particularmente, suelo soñar que estoy durmiendo. Hasta que me doy cuenta de que estoy medio dormido. Que no es lo mismo que estar medio durmiendo, como no es igual, según Cela, estar medio jodido que estar medio jodiendo, lo cual, dicho sea de paso, no es otro medio sueño, sino un sueño bastante absoluto. O que estoy dormido y no lo sé. Peor aún que no saber que estás muerto, porque es que no te luce.
Y es que, contrariamente a la juventud, pasan más cosas mientras sueñas que mientras duermes. Y que lo peor del mal dormir senecto no es que duermas poco, sino que no sabes si duermes o sueñas, y sobre todo que, como no sabes si ya es de día y los sueños son tan malos, por si acaso, te despiertas. Siquiera sea a mear (otro sueño, y de ahí tanto pañal). Aunque es de noche. Que ya lo dijo S. Juan de la Cruz. Y mira que insistía, llamándonos a las criaturas para jartarnos a oscuras de esa noche. Y soñar. Y dormir. Pero ni caso.
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