miércoles, 23 de abril de 2025

Historias


Hace 33 años, Francis Fukuyama, un listillo japoamericano, decretó el fin de la historia. La gente creyó que se refería al folk-rock, al pantalón campana o al capitalismo postbélico, con el neoliberalismo ya en plan kamikaze -que también-. Y la historia, como un pibón frescachón y altanero silbado por albañiles, siguió meneando el culo, impávida.

 Pero a los diez años, no quedaban ni las ascuas (pero sí hipotecas) del comunismo, la histórica alternativa a la historia. Pero esta, como si nada. Solo que diez años más tarde, la sociedad del bienestar entró en barrena. La historia se paró, hizo un mohín y se dijo: bah, estos albañiles, que serán neoliberales. 

Diez años después, con la democracia empezando a dar señales de desaparición, la historia seguía su camino, buenorra aún, con un buen lejos, que diría un mejicano, pero ya irreconocible. Y supimos que a lo que aquel cantamañanas se refería con su final era a que se volvería vieja, obsoleta y sin repuesto alguno para seguir disfrutándola (o padeciéndola). 

Así que estamos ante algo nuevo y desconocido, pero a lo que todos, idiotas perdidos, tratamos como si lo conociéramos de toda la vida. Especialmente, como siempre, los que se supone que son inteligentes y preparados, como la Comisión Europea, ese ente del que dependemos lleno de estupidez, incompetencia y nulidad absolutas frente a los palos de ciego de USA, Rusia, y los tanteos de China..., y de la propia velocidad de la historia, que no existirá, pero corre que vuela. 

Y el caso es que no es cierto que Europa no pueda entrar en la fabricación de una nueva historia. Aunque no con pasatiempos ni gilipolleces retóricas mientras se nos ocurre algo, de los valores, el acervo cultural, la civilización, el equilibrio de bloques, pero siendo de uno de ellos, vamos a llevarnos bien, la puntita nada más, y otras gaitas. 

Y con prejuicios contra los chinos porque son comunistas (¡ja,ja!) o los rusos por revanchismo y mala política. ¿Para qué queremos el dinero, el mercado, la población, el patrimonio? La democracia, la estabilidad, la autonomía, el bienestar, siempre se han comprado con eso. O sea, la libertad. Seamos pues libres. 

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