Todos sabemos que la policía no es tonta. Y ahora menos, que se ha modernizado. Antes, cuando los vicios estaban más a la vista e incluso se alardeaba de ellos, cualquier detective cenutrio no tenía que ser ningún Colombo para deducir, si veía colillas, que allí habían fumao.
Y, como se decía, en todos los oficios se fumaba; que no sé cómo la Yoli no ha exigido ya una compensación universal por haber renunciado el personal a un derecho tan obrero (y otra más para las fumadoras, por víctimas del paternalismo histórico tabaquista).
Pero ahora los vicios son privados y en público se tiende a practicar solo aquello que es considerado virtud. Por ejemplo, llevar un perro en brazos. Mientras a nadie se le ocurre llevar a un viejo a coscoletas. Ni aunque sea al padre -menos aún-.
Total que, en esta sociedad tan aburguesada por lo pobre, de virtudes públicas y vicios privados, la policía, puesta al día, ahí los tienes, hurgando en plan The Wire en el humo, en los posos del merdasquero que sale por los móviles, hoy el miembro (unisex) más activo del cuerpo, para gran regocijo de otros, como el policial o la Benemérita (el Gran Hermano UCO), que, sustituyendo el caballo por el ordenador, se pasan la vida escudriñando el mar de sandeces de la red, en busca de atunes de almadraba, con todo dios como niños, pillados por el aparato (comunicativo).
Y que no creas que no tienen menuda encima los pobres, todo el día viendo y oyendo gilipolleces, casquería como para atascar el riego del más pintado. Pero, ya se sabe, el nuestro es un país muy de casquería. Y Madrid, más. Y no solo por el foro -otros somos más de forro-.
El casticismo ha desarrollado
tal zarzuela de mondongos, callos y mollejas, que un líder políglota,
cosmopolita, con vocación universal como Sánchez, economista con tesis doctoral
y baloncestista confeso, no ha tenido más cojones -casquería donde la haya- que
admitir su emisión de tal por móvil, lanzándolo después a los higadillos de los gallinejas de la
oposición, como quien echa grano a las pitas: ¡¿Passsa algo?! Y
en esos entresijos andamos. Y aunque faltan sesos y sobra lengua, ahí vamos.
Esperando la trombosis.
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