miércoles, 21 de mayo de 2025

Hale, a la guerra


Hay quien dice que ya estamos en guerra. Lo tienen fácil: aranceles, guerra comercial, el proteccionismo económico como señal inconfundible de nacionalismo excluyente, siempre beligerante con lo foráneo, sobre todo si es pobre; armamentismo en alza; nuevos posicionamientos imperialistas en pos de los recursos; y las guerritas de chequeo como aperitivo. 

Tanteos, pruebas de tácticas y armas (artillería contra aviación) para definir el futuro -en Cachemira la artillería china ha hecho caer en picado a los aviones franceses, pero en la bolsa de París, al derribarlos-. De ahí que armarse no valga la pena, pues jamás tendremos las armas con las que se solventaría la mundial. Pero eso (el negocio) también es la paz: preparar la guerra. Sueño utópico y realidad. 

Y es que guerra y sociedad son indisolubles y no se entienden la una sin la otra. De hecho, a una sociedad no se la conoce sin la guerra (y queda por saber si el periodo sin ellas en Europa es excepcional o no). Aunque realmente no nos han atacado, de lo que siempre nos enteramos tarde, ya que avisan con el golpe, y la guerra nunca es predecible, siempre es nueva y solo conocida a posteriori. Así que hasta entonces todo son conjeturas. 

Pero hay dos factores que nunca han fallado para certificar una conflagración y que no se han dado. Uno, que los militares dejan de llevar las riendas, pues como dijo aquel, la guerra es demasiado seria para dejarla en sus manos, que es el caso. Y dos, cada guerra también lo es civil, y hoy por hoy solo EEUU lleva papeletas en eso, o sea que le falla, como a todos, la población, lo más importante y enigmático. China, por su parte, es un país de hijos únicos, algo tan insólito como disuasorio para una guerra de ejércitos. Y por aquí, más allá de reñir por un hueco donde poner la sombrilla en la playa se antoja ya un sacrificio insoportable.

Inciso: Lo de Gaza no es una guerra sino un experimento de manejo de poblaciones entendidas como plagas, como estorbo, al ser consideradas un excedente más mineral que animal, sin valor de cambio o ni siquiera de uso. Algo irrelevante pero que, azarosamente, ocupa un espacio.

Así es que, con la propaganda y lo virtual de la época, lo más probable es que si la hay ni la identifiquemos, creyéndola otra cosa, y se dé de verdad por otro lado. Lo que sí es cierto es que una etapa de la historia se ha acabado y nadie sabe qué viene ahora. Y ante la incertidumbre, ya se sabe: acumular papel higiénico.

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