jueves, 26 de junio de 2025

La rueda


El otro día, lo confieso, puse la tele y por primera vez en mucho tiempo, tras cuatro zapinazos, di con un programa que me enganchó hasta el final en que el tío, el conductor, el joker, el animador o lo que lo llevase, un auténtico Charlie Rivel oral desatado, desapareció tras las cortinas con sus dos payasos adjuntos, pero sin pintar ni vestido de Arlequín, ni caquirucho, ni saxo ni nada. 

Solo trajeados, el Carablanca, el Vagabundo y el Augusto o tonto, los tres arquetipos circenses clásicos, se montaron un show que, de verdad, hicieron mis delicias con una regresión de más de sesenta años a aquellas sesiones de circo y fieras -que aquí no sé si eran los periodistas o los actuantes-, y algo también a la parodia erótico folclórica del Teatro Chino (o teatrillo, como aquí se decía) de Manolita Chen

Durante más de media hora, el bufón principal se explayó en todo tipo de exabruptos, dicharajos, farrucadas, provocaciones, fardes, chabacanerías, autobombos (y platillos), vaciles, astracanadas, ditirambos y otros excesos para opinar de lo que tocaba, a base de capotazos, patadas a lo Charlot (y Harpo) y garbilotazos a tutiplén de la manera más chafardera y desfachatada, sin importarle una mierda ni los televidentes ni, por supuesto (y aunque pensase más en ellos), los periodistas que delante de él se apelotonaban pidiendo más, jadeando por más leña, manos arriba, “¡a mí, a mí”, notándose que los conoce bien, su síndrome de Paulov y su ansia viva teresiana masoca de darlo todo por un titular. Que es cuando más disfrutó el pájaro, insultándolos, vejándolos, pasándoselos por el arco, manejándolos y toreándolos con más pases que Dámaso

Un espectáculo inigualable de ironía, sarcasmo, humillación, agresividad y ¡ternura! (al dar recuerdos para su marido soldado a una periodista ucraniana), relajación y amenaza, coquetería y cohetería. Inolvidable. Fue Trump en la Otan. Luego vendrán Trump en la ópera, Trump en las carreras… Continuará. O eso espero. No me extraña que este gachó se lleve de calle a tanto aburrido. A ver quién da más. Es que es algo impagable. Bueno, tanto no, porque habrá que pagarlo. Que, por cierto, lo dijo. 

viernes, 20 de junio de 2025

La edad


Desde que yo recuerde siempre he estado en una edad muy mala. Al principio, por lo frágil, dúctil y maleable que es la infancia, esa impresión al huecograbado que en tiempos podía hacerte un desgraciado de por vida. O peor aún, un desviado sexual, o incluso periodista. Lo que llaman impronta. Y que los caminos de Freud son infinitos (además de inextricables, salvo con terapia de pago). 

Luego, sin casi cambiar de calzoncillos, venía la pubertad, esa fase deletérea, ese lujo ni chicha ni pescado diseñado para disfrutar de tu cuerpo sin notarlo todavía y de tu cerebro sin tenerlo, y con la que han acabado los móviles, internet y la neurosis paterna, tres aceleradores de la edad del pavo, cuyos neutrones, interferidos por hormonas, la convierten en un enjambre inestable de electrones libres bajo cuyo vuelo de avispa subyace (hasta su muerte) la inocencia, enterrada por las primeras falsas convicciones y la ingenua quimera de la juventud, la insumisión a lo evidente, el poder de la ignorancia compartida, el culto a todo lo que después será irrelevante. 

Esa religión de época sin más liturgia que celebrarte como dios, hasta tu destitución múltiple a manos de la prole, la jungla humana y el tono muscular del suelo pélvico. Llegando así a la edad media, más bien inexistente, que más que edad es un estado, al ser pura estadística, pues hay quien la inicia con la primera comunión, siendo así como avanza la vida, retrocediendo, degenerando. 

Y con recochineo, pues a eso se le llama edad adulta. O, más en términos agropecuarios, madura, que es lo anterior a la putrefacción o la caída, en teoría ideal para el consumo pero que dura menos que un culo respingón elaborado por un cirujano vietnamita. Que es cuando entras en la tercera fase, ese encuentro con corazón ternario con todos y con nadie a base de puro desencuentro contigo y con el mundo, y con edadismo inconsciente llamas viejos a tus coetáneos, mientras haces de soporte a los políticos. Qué carrerón, la edad. 

Y es que el hombre, bien mirado (y aunque no te lo hagas mirar), siempre está en una edad pero que muy mala. Y lo peor es que sólo tiene un modo de corregirse.

jueves, 12 de junio de 2025

Rindansén


Creo que Sánchez está acojonado, que no da pie con bola de canguelo, que desde que Feijoy le conminó con su “¡ríndete, pecador!”, le tiemblan las piernas más que si lo saca a bailar Mike Tyson, yéndose por la pata abajo pero ya, que está subiendo el papel higiénico más que con el apagón, con el esfínter presidencial más dislocado que un cohombro, hecho una penica, un pobre diablo necesitado de pañal nocturno. Un mearra. Pero un mearra indómito. 

Y es que un mearra no se amilana así como así, pues lo primero es su agüita amarilla, que cantaran Los toreros muertos (es un decir). Ni aunque se lo pidan cien mil con banderita, pues con las manifas patrias de Colón pasa como con los chinos, o los negros, que siempre parecen los mismos, y además cada vez menos los que ladran. Lo cual da pie a los espías machacas del puto amo a corroborarle, “nada, jefe, aunque con menos pencos, pero seguimos cabalgando”. 

Y se pone chulo, enarbola la bandera blanca por encima de la trinchera y cuando los demandantes de alternativa se levantan, la baja y les grita descojonado, “¡y una mierda, so maletillas, fachas, antes muerto que sencillo! ¡No pasaréis. Y si pasáis, esta será vuestra tumba, y según cómo habéis puesto los precios de las residencias, de los seguros de defunción y de los nichos, mal os vais a ver, ricos, que sois unos ricos! ¡Atrás, follones!”, les dice a los que han ido con un bacadillo en autobús, así, a lo Capitán Trueno visto por mi primo Valeriano, en una resiliencia a lo Gila que no sé cómo Génova no cae en que lo de rendirse es como si Ucrania se lo pide a Rusia. 

Pero, claro, no iban a repetir lo de “váyase, señor Sánchez”, un cutrerío hoy día. Y que aquello era en sede parlamentaria, cuando eso existía, y ahora es en performances retransmitidas por Instagram, otra guerra, para la cual hacen falta influencers bien operadas, que, si bien las tienen (y hasta sin operar), no están por una labor tan poco cool, pues la política es que ya da pereza. Y Feijoy y su carreta tienen casi menos tirón todavía que Sánchez y la suya. Solo que aquél va a capela y éste está enchufado. Y claro, se mea, pero de risa.

jueves, 5 de junio de 2025

La cañería


La fontanería ha cambiado mogollón. Antes los fontaneros se llamaban Julián o Nicomedes. Pero desde que ellas entraron en la FP la onomástica plomera se actualizó dándole un tono más florido (y menos plomizo), añadiendo al imaginario fontaneril un algo más sugerente y sexy. 

Porque no me digan que una tía con un mono (limpio) y armada con una llave grifa no mola por un tubo (de PVC) pero bastante más que el típico maromo con la ordinaria caja de herramientas, con perdón; y si su nombre es Leire puede hasta erotizarte, aunque sea platónicamente, embelesado en tal conjunción planetaria de gracia y oficio. Son las ventajas de la igualdad. 

Y tan fundadas, pues cumplen tan bien como sus más enfangados colegas, al demostrar que los asuntos de mierda no son cuestión de género y que los animales de cloaca son muy difíciles de sexar, con tanta oscurina como hay en las alcantarillas. Bien por Leire

Lo que pasa es que nuestra cloaca máxima, que no es romana sino muy actual, no se disuelve ni con un trailer de salfumán, tal es el atasco que hay desde hace décadas. Y esta mujer iba con poco más que la mopa y la ventosa, por lo bien agarrada que estaba, digo, uña y carne con la porquería. 

De modo que le han tenido que hacer la manicura, pues no es cuestión que una socialista de pro como ellas fuese por ahí con las uñas como mejillones de O Grove. Menuda representación para Moncloa. De ahí que tardasen tanto -dos horas- en meditar si la expulsaban, como es lógico en un partido con más de 140 años de honradez. O no. 

Si lo hacían resultaba que sí, que había metido los uñates en la taza. Así que optaron por una salida a lo “no me echáis; soy yo la que se va”, que queda así como más feminista y libertario, y sin cobrar, que os aproveche, y que es lo de menos, ya que toda su pringazón la haría por la patria, cuyos desagües no están ya ni para chistes como el manido de “vengo a desatascarle las cañerías, señora”, sino más bien para una buena lavativa por todo lo bajo, y unisex, ya que lo de sus señorías no es que esté como el culo, es que es un culo regido por el viejo proverbio escatológico de “quien de una no caga, ciento se remanga”.