Desde que yo recuerde siempre he estado en una edad muy mala. Al principio, por lo frágil, dúctil y maleable que es la infancia, esa impresión al huecograbado que en tiempos podía hacerte un desgraciado de por vida. O peor aún, un desviado sexual, o incluso periodista. Lo que llaman impronta. Y que los caminos de Freud son infinitos (además de inextricables, salvo con terapia de pago).
Luego, sin casi cambiar de calzoncillos, venía la pubertad, esa fase deletérea, ese lujo ni chicha ni pescado diseñado para disfrutar de tu cuerpo sin notarlo todavía y de tu cerebro sin tenerlo, y con la que han acabado los móviles, internet y la neurosis paterna, tres aceleradores de la edad del pavo, cuyos neutrones, interferidos por hormonas, la convierten en un enjambre inestable de electrones libres bajo cuyo vuelo de avispa subyace (hasta su muerte) la inocencia, enterrada por las primeras falsas convicciones y la ingenua quimera de la juventud, la insumisión a lo evidente, el poder de la ignorancia compartida, el culto a todo lo que después será irrelevante.
Esa religión de época sin más liturgia que celebrarte como dios, hasta tu destitución múltiple a manos de la prole, la jungla humana y el tono muscular del suelo pélvico. Llegando así a la edad media, más bien inexistente, que más que edad es un estado, al ser pura estadística, pues hay quien la inicia con la primera comunión, siendo así como avanza la vida, retrocediendo, degenerando.
Y con recochineo, pues a eso se le llama edad adulta. O, más en términos agropecuarios, madura, que es lo anterior a la putrefacción o la caída, en teoría ideal para el consumo pero que dura menos que un culo respingón elaborado por un cirujano vietnamita. Que es cuando entras en la tercera fase, ese encuentro con corazón ternario con todos y con nadie a base de puro desencuentro contigo y con el mundo, y con edadismo inconsciente llamas viejos a tus coetáneos, mientras haces de soporte a los políticos. Qué carrerón, la edad.
Y es que el hombre, bien mirado (y aunque no
te lo hagas mirar), siempre está en una edad pero que muy mala. Y lo peor es
que sólo tiene un modo de corregirse.
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