martes, 31 de enero de 2012

Fábrica de sueños (de mentira)


Lo audiovisual, es decir, todo, que se inicia a principios del siglo XX como el nuevo y definitivo lenguaje alfabetizador universal, una centuria después no será sino otro vehículo de la analfabetización general. Dos son los jalones que cercenan sus posibilidades liberadoras hasta dejarlas en los muñones actuales que ninguna justicia hacen a lo que un buen principio hacía presagiar, con la ironía añadida de que tales hitos, a saber el cine sonoro y la digitalización, aparecen en manos de la sempiterna mercantilización como sendos felices hallazgos revolucionarios causa del contento general, en virtud de que lo que pudo haber sido no existe y lo mejor es lo que hay. Un conformismo que no siempre fue la constante social, o al menos de sus vanguardias.
Grigori Kozintsev, teórico
de la FEKS
El cine, nacido como un compendio de técnicas expresivas, enseguida mostró su naturaleza de representación social, o sea artística, y en plena era del futuro (maquinismo, velocidad, cambio continuo), todo tipo de inquietos pasajeros se subieron a un tren destinado a ser la panacea comunicativa, cada cual con su propuesta: la Bauhaus con su funcionalidad; los impresionistas (Epstein) manejando el ralentí y la aceleración; los rusos dando preeminencia al montaje (desde Kuleshov hasta Eisenstein), o al cine parodia de Kozintsev y Trauberg y su Fábrica del Actor Excéntrico, que enlaza con el surrealismo posterior de un Buñuel, y ambos conectados con los cortos de la Keystone o Charlot; los expresionistas, cuyo pionero Arheim (el del plano y sobreimpresión) dicta que el cine como arte necesita del silencio para establecer la distancia entre la realidad expuesta por el cine y el ojo humano.
Mack sennett, mago de la Keystone
Todas estas propuestas, en contacto, fricción y choque, van materializando la nueva visión del arte y lenguaje totales. Lingüística y poética en uno. Una estética convergente y propia de y para la sociedad de masas, que el sonoro enterrará dejando en ilusión. Y no sólo por la voz misma que rompe la estética naciente. La palabra introduce como elemento básico la narración, el relato, la historia, y el cine, guiado por el interés comercial y el espectáculo, pone fin al montaje como rey, y mediante el desglose y la escritura ad hoc privilegia, a partir del entretenimiento, la impresión de realidad y su recreación, anulando o neutralizando la que la propia película es en sí misma dentro de la historia general.
El maestro expresionista
Rudolf Arheim
Un ejemplo. El cine mudo trasladaba con su expresión faciocorporal unas representaciones sexuales ambiguas y latentes, a medio hacer, que el espectador terminaba de cocinar e interpretar según sus propias opciones. Valido del lenguaje, el sonoro reprime el cuerpo como vehículo privilegiado del cine, obligando a la desambiguación de signos y significados, y al entrar lo oral  –la voz, no el sexo–  se pasa de una exposición sexual polivalente y abierta, a un discurso decantado y por tanto no interpretable. El cine elige por el espectador. Lo cual supone toda una reacción del cinematógrafo como recurso cultural y político.
Típica expresión facial del expresionismo.
El sonoro inicia el proceso simplificador representación versus narración, que desde unas estructuras económicas cada vez más monopolistas y apoyado en algunos inventos técnicos que lo propician, igual desde el capitalismo que desde su contrario, en aras siempre de intencionalidades tan manidas y aviesas como el respeto del gusto del público o mirar por su formación, acabarán tutelándolo e  infantilizándolo, de una forma tan paternalista e instrumental como gratuita, ya que el público llevaba décadas mostrando una sensibilidad bien dispuesta al camino inicial del frente audiovisual progresivo, dando con ello inicio al éxodo paulatino de sus militantes más fieles y activos.
Aun así, la elección de esta vía estrecha, en detrimento de otra más ancha de miras, no ha impedido finalmente al cine ser la culminación de todo un proceso civilizatorio patente tras ochenta años de desarrollo, ocioso de repasar aquí. Desarrollo de nuevo en entredicho, ya veremos si definitivo, bajo el asedio de ese segundo asalto histórico que es la digitalización.
La digitalización de la vida (y del cine) a todos los niveles ha terminado de virtualizarlo todo en un espectáculo constante sin guión, espontáneo, errático, o con el guión hecho a partir de las agendas de los medios, elaboradas a instancias de los intereses del conglomerado dominante formado por políticos y ejecutivos.
Y es que si la narración es reaccionaria, por antirreal al solapar la verdadera realidad, la digitalización o la simulación digital aplicada al cine, aún resulta más inextricable, al pasar de lo visual a lo virtual y del objeto al “como si” del mismo, en un proceso de fetichización suplantador de la realidad de lo más refinado, que cuenta además con la anuencia general, en especial de su consumidor más desarmado, que es todo el mundo. 
Mono publicitario de la película de Haneke.
En Funny games, por ejemplo, Haneke nos muestra cómo el nuevo ciudadano pasivo audiovisualizado es capaz de “dar carrete” y participar en el desarrollo de algo que no sabe bien si es la vida o un reality, en lo que aspira claramente a dejar de ser extra –a eso se reduce todo el interés por cambiar la realidad– y ser protagonista, o al menos invitado especial. La vida como vivencia de un sueño de una noche de verano... cinematográfico.
Ante la descomposición de la vida como relato medio hilvanado, se opta por el relato de adopción y más de referencia y asimilable para el ciudadano espectador que es lo virtualizado. Con ello se produce el mayor cambio relacional entre realidad y cine desde que éste tomara el testigo del sonoro, que al pretender expresar la realidad con mentiras, acabó con el cine como mecanismo de apropiación de la realidad, mientras lo digital viene a vender que eso ahora es posible, contando la mentira real con verdades. Sólo que la realidad de la que podemos apropiarnos con ello ya no es la nuestra. Ni siquiera de los sueños estamos seguros a este lado del Edén, al este del the end. O casi. Queda saber si será el definitivo de la película. Aunque lo dudo, por lo mucho que le gusta a la industria cultural estirar la historia hasta el infinito. Vamos, que nos quedan muchas más partes. Pero no creo que sean de cine. 

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